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    Carta de Lidia Papaleo (La verdad de Papel Prensa)

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    Mensaje por GABY Vie Sep 14, 2012 5:33 pm



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    Mensaje por GABY Mar Sep 11, 2012 4:45 am

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    Mensaje por GABY Jue Mayo 31, 2012 4:00 am

    PAPEL PRENSA: QUIEN QUIERA OIR QUE OIGA

    Abriendo el paraguas:
    El monopolio comenzó a temer seriamente por su futuro. Ahora quiere impedir que el Estado Nacional se meta con la joya de la abuela Ernestina: Papel Prensa.

    De allí que hoy lanzó a rodar en el diario Clarín una edulcorada historia sobre la “venta” de Papel Prensa, bajo el título de Mitos y Verdades de Papel Prensa:

    “En 1973, el ministro de Economía José Ber Gelbard buscó cambiar el socio privado y allí entró David Graiver -que desembolsó US$ 4 millones- en reemplazo de Abril. Luego del golpe de 1976, Graiver muere en un accidente de aviación en México, nunca esclarecido. Su viuda y sucesora, Lidia Papaleo, comienza entonces el proceso de venta de sus bienes. Entre septiembre y octubre, negocia con Fapel la venta de su parte (63,9%) en Papel Prensa. En noviembre se efectiviza la operación en US$ 8,3 millones. Recién en marzo de 1977, varios meses después, aparecen las primeras denuncias sobre vínculos de Graiver con Montoneros. Su familia percibió la primera cuota (US$ 730.400) y luego el régimen de facto le incautó los bienes”


    Una de Disney: Clarín pretende que creamos que Ver Gelbard, David Graiver, los montoneros, los militares genocidas, todos, absolutamente todos son malos. Menos Clarín: que actuó como comprador de buena fé. Una pena que la historia real fuera tan distinta, casi me atrevería a decir que hasta Carrió y el rabino Bergman se la verán en figurillas para defenderlos.


    La verdadera historia:
    “Papel Prensa es uno de los casos de corrupción más graves de la historia argentina –escribió, junto a su hijo, el Fiscal General de Investigaciones Administrativas Ricardo Molinas (durante el gobierno de Raúl Alfonsín) en su libro Detrás del espejo–. Pone de manifiesto las relaciones y procedimientos empleados por los grandes grupos de poder.”

    En 1976, David Graiver controlaba la totalidad de Papel Prensa. El banquero, entonces de 35 años, murió en un confuso accidente de un vuelo privado que cubría el trayecto Nueva York-Acapulco.

    En el libro “David Graiver, banquero de los Montoneros” Juan Gasparini relató el momento del traspaso de acciones:

    “Lidia, la viuda, fue convencida para firmar el pre-boleto de venta sin chistar. Reunió a Juan (el padre de David) y a Isidoro (su hermano).

    Mordiéndose de rabia, les pidió que la acompañaran al solemne acto, celebrado en La Nación, en Florida entre Corrientes y Sarmiento, en el despacho del Dr. Bartolomé Mitre, a quien acompañaban Patricio Peralta Ramos de La Razón y Héctor Magnetto de Clarín, encontrándose también como invitado Máximo Gainza Castro de La Prensa”.

    Cuenta el periodista Jorge Lanata: “El traspaso a los tres diarios se firmó el 18 de enero de 1977. Después de ceder las acciones los miembros del Grupo Graiver fueron detenidos e intervenidos en todos sus bienes para evitar que algún reclamo de heredederos afectara la tenencia de Clarín y sus socios. El general Camps, jefe de Policía de la provincia de Buenos Aires, efectuó personalmente las detenciones.

    “Crónica se editará, dentro de pocas semanas, con el papel más caro del mundo”, escribía en octubre de 1986, en la tapa del vespertino, su creador, Héctor Ricardo García. Ya García como Julio Ramos, fundador de Ámbito Financiero, fueron de los pocos editores que se animaron a denunciar el negociado de Papel Prensa en público.”
    “Se regaló Papel Prensa sólo a tres diarios –escribió Ramos–. Luego se elevó el arancel de importación de papel a 44-48% para que no hubiera otra escapatoria que comprarle a esa fábrica a precio exorbitante. Cuando bajó el arancel, con los radicales, y el precio bajó, Papel Prensa no le vende a nadie. A precio bajo sólo se benefician los dueños”.

    Los Graiver ni siquiera cobraron la cesión de las acciones. Gracias a gestiones de la dictadura, los diarios lograron dos créditos: del Banco Español del Río de la Plata y del Banco Holandés Unido sucursal Ginebra, por 7.200.000 dólares, a sola firma y sin avales. Años más tarde, ante el fiscal de Investigaciones Administrativas Ricardo Molinas, Magnetto declaró que el préstamo tuvo un aval de una papelera internacional, pero se negó a ratificarlo por escrito a pedido del fiscal.

    A excepción de Clarín y La Nación, claro, el resto de los cupos para poder comprar papel nacional barato se decide en las reuniones de directorio de la empresa. Casualmente los cupos siempre coinciden con los diarios asociados: la presidencia y vice de la empresa se alterna, desde hace años, entre Julio César Saguier, CEO del diario La Nación, y Héctor Magnetto, de Clarín. Durante el menemismo representaron al Estado en la empresa Alejandro Mac Farlane, yerno de Hugo Anzorreguy, y Luis Juez, ex intendente de Cordoba. ¿Lo tenían a Luisito Juez?

    Eduardo Blaustein lo dice claramente: “Hacían falta periódicos y revistas dóciles que se sumaran al concierto de la obsecuencia mientras detrás del escenario se consumaba la carnicería social, política y económica” La frase, escrita por el periodista Juan Gasparini en su libro El crimen de Graiver refiere a lo que sería el operativo de asociación final de los tres grandes diarios argentinos –La Nación, Clarín y La Razón– con el Estado terrorista en la empresa Papel Prensa, el 18 de enero de 1977.

    Había sido en tiempos de la dictadura de Juan Carlos Onganía que se creó un fondo para el Desarrollo de la Producción de Papel que se nutrió de una tasa de contribución del 10% a la importación de papel que se aplicó para la puesta en marcha de Papel Prensa. Esa fábrica que hoy alimenta sólo a Clarín se levantó gracias a los aportes de todos los diarios argentinos acumulados en diez años. Papel Prensa, con su densa historia de corrupción y sangre, sigue elaborando la materia que abona la libertad de imprenta de unos pocos, en perjuicio de otras voces, extorsionando como siempre y –por el mismo precio– contaminando.

    Según las investigaciones que se hicieron en torno del traspaso forzado que se hizo sin venia judicial, los grandes diarios pagaron apenas entre un 23% y un 43% del verdadero valor accionario que Papel Prensa tenía en tiempos de David Graiver.

    El clima de negocios:
    -¡Turrita! ¿Dónde tienen la guita? ¿A quién le pagaban los intereses? jContame, guacha de mierda, entre nosotros no puede haber secretos!
    Esmirriado, con cara de pájaro, cuarentón, morocho y de ojos pardos, el comisario Miguel Osvaldo Etchecolatz jadeaba encima de Lidia Graiver. Una mesa de billar doblaba­ en dos a la desnuda viuda de 33 años. El victimario la aprisionaba contra la baranda profanándola por detrás. Los senos y el rostro de la mujer se aplastaban sobre el paño verde. La cercanía de la lámpara pendiente del techo encan­dilaba. Los quejidos esporádicos de la víctima podían in­terpretarse como exteriorizaciones de beatitud.
    Lidia no sentía dolor ni placer. Gemía de rechazo. No participaba de la mutua sumisión con un hombre en la re­ciprocidad de la violencia altruista del sexo. El policía tenía los tobillos engrilletados por pantalones y calzoncillos. Con la camisa desprendida frotaba su pecho contra su vo­luntad, la humillaba, una de las tantas técnicas empleadas para encorvar la resistencia de los interrogados. En su omnipotencia le demostraba que no sólo podía secuestrarla sino también violarla… (Esto ocurría el 18 de marzo de 1977, y lo cuenta Juan Gasparini en un fragmento de su libro sobre David Graiver)


    Tan sólo un par de meses después, en mayo de 1977, en una solicitada publicada en su tapa, Clarín, bajo el título “A la opinión pública” dio su versión de la compra de Papel Prensa, aclarando que “la transacción se celebró a la luz pública y con el consentimiento previo y posterior del Estado”, algo que se hizo –decía– “resguardando el abastecimiento para todos los diarios de su principal insumo, en defensa de la libertad de prensa, de conformidad con una centenaria tradición argentina y respetando uno de los soportes de nuestro estilo de vida”.

    A poco más de un año, pasaba esto ( http://www.atp.com.ar/post/Noticias/127082/El_Papel_Prensa_y_la__quot%3BLibertad_de_Expresion_quot%3B.html ): “La connivencia de la dictadura con los diarios Clarín y La Nación se puso de manifiesto con claridad el 26 de septiembre de 1978, cuando se inauguró la planta de esta compañía en la localidad de San Pedro. Allí se hizo presente el dictador Jorge Rafael Videla que, según las crónicas periodísticas de la época, luego de bajarse del helicóptero, fue recibido por el propietario de La Nación, Bartolomé Luis Mitre; como así también por Héctor Magnetto (sigue siendo el CEO del Grupo Clarín).

    En su discurso, Videla dejó en claro por dónde pasaba la asociación de la dictadura con estos medios periodísticos: “A veces es indispensable el callar y la prudencia de un silencio cuando está en juego el bienestar común”, afirmó el dictador. Y brindaron por ello:
    http://aldoulisesjarma.blogspot.com.ar


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    Mensaje por GABY Jue Mayo 31, 2012 3:51 am

    La historia se escribe en papel, por Joge Lanata

    Capital Federal (Agencia Paco Urondo, Archivo de Crítica Digital) Sirve para envolver huevos, para limpiarse el traste, para recortar personitas tomadas de la mano, para hacer aviones o barquitos, para reprocesarlo y hacer trapo y también para difundir ideas. Sirve para abrir los ojos y para dar noticias, y estamos condenados a él desde hace tres mil años antes de Cristo, o quizá más. Ha comenzado su agonía pero fue, desde siempre, la materia prima soporte de la comunicación. Controla mucho quien controla el papel. Es quien puede hacer que este texto desaparezca, ahora, de sus manos. O que llegue tarde, o nunca. O que cueste cien pesos, o diez. Por eso la historia que sigue puede presentar personajes tan diversos y, sin embargo, tan unidos: Lanusse, Víctor Civita, Videla, los Montoneros, Graiver, Clarín, La Nación, La Razón, el fiscal Molinas, Menem, Kirchner, bailando alrededor del papel.

    En esta historia el “periodismo independiente” se hace trizas, la libertad se vuelve una broma pesada y el doble discurso reina y se multiplica, en un eterno juego de espejos.

    Barrotes de papel

    En 1950 el gobierno peronista comenzó a utilizar tenazas de papel como instrumento de presión: el Estado concedía los permisos de importación y se encargaba de fijar las cuotas de compra del insumo a cada diario.

    En aquel año La Nación, un diario crítico al oficialismo, importaba 8.388 toneladas de papel, ocupando el tercer lugar en el ranking de circulación, debajo de La Prensa (que fue expropiado al año siguiente) y de El Mundo, de Editorial Haynes. Tres años más tarde el matutino de los Mitre pasó al séptimo lugar: el gobierno sólo autorizó la importación de 2.097 toneladas.

    Años después la dictadura de Onganía creó el Fondo para el Desarrollo de la Producción de Papel y Celulosa (decreto ley 18.312 de agosto de 1969) y fijó una “tasa de contribución” del 10% a la importación de papel hasta que la fábrica de papel argentina se pusiera en marcha. Todos los diarios del país pagaron, durante diez años, el 10% de sus importaciones para montar una planta que, finalmente, sólo se adjudicó a algunos de ellos.

    El 31 de marzo de 1971 otra dictadura, la de Lanusse, dispuso que la fábrica de papel debía tener un 51% de capital nacional y que el Estado aportaría el resto. Se llamó a licitación el 19 de abril de ese año y ninguno de los oferentes cumplió con los requisitos. César Civita, de la entonces poderosa Editorial Abril, editora de Claudia, Panorama y Siete Días, entre otras revistas, presentó una oferta superadora pero después de la apertura de los sobres.

    En mayo de 1972 Lanusse declaró desierto el concurso público y firmó una adjudicación directa con Civita, Doretti y Rey. El “Grupo Fundador” de Papel Prensa recibió acciones clase A y el Estado, acciones clase B. A finales de 1973 Rey ya había comprado el ochenta por ciento de las acciones clase A y es entonces cuando entra en escena el banquero David Graiver, financista ligado a los Montoneros. “Dudi” Graiver estaba al frente a un imperio multinacional valuado en doscientos millones de dólares de la época, y manejó parte del rescate de 60 millones de dólares que Montoneros cobró por el secuestro de Jorge y Juan Born.

    En 1976, a través de testaferros, Graiver controlaba la totalidad de Papel Prensa. El banquero, entonces de 35 años, murió en un confuso accidente de un vuelo privado que cubría el trayecto Nueva York-Acapulco. En David Graiver, banquero de los Montoneros Juan Gasparini relató el momento del traspaso de acciones: “Lidia, la viuda, fue convencida para firmar el preboleto de venta sin chistar. Reunió a Juan (el padre de David) y a Isidoro (su hermano).

    Mordiéndose de rabia, les pidió que la acompañaran al solemne acto, celebrado en La Nación, en Florida entre Corrientes y Sarmiento, en el despacho del Dr. Bartolomé Mitre, a quien acompañaban Patricio Peralta Ramos de La Razón y Héctor Magnetto de Clarín, encontrándose también como invitado Máximo Gainza Castro de La Prensa”.

    El traspaso a los tres diarios se firmó el 18 de enero de 1977. Después de ceder las acciones los miembros del Grupo Graiver fueron detenidos e intervenidos en todos sus bienes para evitar que algún reclamo de heredederos afectara la tenencia de Clarín y sus socios. El general Camps, jefe de Policía de la provincia de Buenos Aires, efectuó personalmente las detenciones.

    Los Graiver ni siquiera cobraron la cesión de las acciones. Gracias a gestiones de la dictadura, los diarios lograron dos créditos: del Banco Español del Río de la Plata y del Banco Holandés Unido sucursal Ginebra, por 7.200.000 dólares, a sola firma y sin avales. Años más tarde, ante el fiscal de Investigaciones Administrativas Ricardo Molinas, Magnetto declaró que el préstamo tuvo un aval de una papelera internacional, pero se negó a ratificarlo por escrito a pedido del fiscal.

    En mayo de 1977, en una solicitada publicada en su tapa, Clarín, bajo el título “A la opinión pública” dio su versión de la compra de Papel Prensa, aclarando que “la transacción se celebró a la luz pública y con el consentimiento previo y posterior del Estado”, algo que se hizo –decía– “resguardando el abastecimiento para todos los diarios de su principal insumo, en defensa de la libertad de prensa, de conformidad con una centenaria tradición argentina y respetando uno de los soportes de nuestro estilo de vida”. El primero de agosto de 1978, en la tapa de La Nación, puede verse una fotografía cívico-militar de inauguración de la planta.

    ¡Uy, prescribió!

    En los ochenta Papel Prensa recorrió dos curiosos vericuetos judiciales:

    –Durante la quiebra del diario La Razón la empresa papelera pasó a ser el único activo valioso del grupo. El juez Héctor Foiguel López decidió venderle a Clarín el porcentaje de La Razón. La Cámara de Apelaciones acusó al juez de haber celebrado la venta a “precio vil” y pidió el juicio político al juez de la quiebra. El caso llegó a la Corte, que mantuvo un criterio similar al del tribunal de alzada, llamando a Foiguel López “magistrado indigno” y expresando su “convicción inequívoca de una conducta grave”. De pronto el legislador Alberto Balestrini propuso un juicio político a la Cámara de Apelaciones y todo quedó en la nada. Foiguel López dejó la magistratura y vive ahora con la tranquilidad de sus ahorros.

    –El fiscal Molinas emitió un duro dictamen sobre Papel Prensa el 29 de febrero de 1988, en el que acusó:

    –al ex dictador Lanusse de abuso de autoridad y malversación de caudales públicos.

    –al Grupo Graiver de haber utilizado testaferros en violación al pliego de condiciones.

    –a la Junta Militar de encubrimiento y omisión de denuncia por la operación de transferencia de acciones y posterior interdicción de los Graiver.

    –a todos los representantes del Estado en la empresa por incumplimiento de deberes de funcionario público.
    Cuatro años después la causa penal fue sobreseída por prescripción.

    “Papel Prensa es uno de los casos de corrupción más graves de la historia argentina –escribió, junto a su hijo, el fiscal Molinas en su libro Detrás del espejo–. Pone de manifiesto las relaciones y procedimientos empleados por los grandes grupos de poder.”

    “Crónica se editará, dentro de pocas semanas, con el papel más caro del mundo”, escribía en octubre de 1986, en la tapa del vespertino, su creador, Héctor Ricardo García. Ya García como Julio Ramos, fundador de Ámbito Financiero, fueron de los pocos editores que se animaron a denunciar el negociado de Papel Prensa en público.”

    “Se regaló Papel Prensa sólo a tres diarios –escribió Ramos–. Luego se elevó el arancel de importación de papel a 44-48% para que no hubiera otra escapatoria que comprarle a esa fábrica a precio exorbitante. Cuando bajó el arancel, con los radicales, y el precio bajó, Papel Prensa no le vende a nadie. A precio bajo sólo se benefician los dueños”.

    A excepción de Clarín y La Nación, claro, el resto de los cupos para poder comprar papel nacional barato se decide en las reuniones de directorio de la empresa. Casualmente los cupos siempre coinciden con los diarios asociados: la presidencia y vice de la empresa se alterna, desde hace años, entre Julio César Saguier, CEO del diario La Nación, y Héctor Magnetto, de Clarín. Durante el menemismo representaron al Estado en la empresa Alejandro Mac Farlane, yerno de Hugo Anzorreguy, y Luis Juez, ex intendente de Cordoba.

    El primer representante puesto allí por Kirchner fue Dante Divena y la duhaldista Norma Rosende. Hace dos años asumieron Juan Drucker y Carlos Mauricio Mazzón, hijo de uno de los principales operadores K.

    En julio del año pasado, cuando la Secretaría de Medio Ambiente decidió empezar a preguntarse si la planta de Papel Prensa en San Pedro era contaminante, el diario respondió con una investigación sobre los “extraños manejos” de Romina Picolotti en sus gastos y nombramiento de funcionarios nuevos. Ahora, frente a un nuevo análisis las presiones se multiplicaron, pero a nivel técnico judicial y en las sombras.

    Este miércoles Alberto Fernández y Héctor Magnetto volverán a sentarse en la mesa del cuarto piso de Bartolomé Mitre 739. La mesa es larga, oscura y está ambientada en la Argentina de los setenta: chocolate, vidrios esmerilados, colores tibios y opacos. Es la quinta reunión de directorio a la que Alberto asistirá. Pero el contexto no es el mismo: hay una foto del presidente Kirchner sosteniendo en alto un cartel de “La Cámpora” en el que se fustiga al Grupo Clarín como parte de la “patria sojera”. Hay una causa por apropiación ilegal de menores en la Corte, con un análisis de sangre pendiente en la familia Noble. Hay un cambio de número del canal de noticias en el cable. Hay una pelea entre socios que nunca se sabe en qué puede terminar.
    (Agencia Paco Urondo)
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    Mensaje por GABY Jue Mayo 31, 2012 3:30 am


    Señor Secretario de Comercio Interior / Señor Licenciado Mario G. Moreno
    S/D

    De mi mayor consideración:

    Tengo el agrado de dirigirme a Usted, a los efectos de cursarle la presente nota, a los fines de que la misma sea considerada como un aporte a la investigación que está llevando adelante. El presente relato comienza con la muerte de mi marido David Graiver, momento en el que vivíamos junto con mi hija menor de edad María Sol, en México. A partir de allí comencé a sufrir terribles presiones vinculadas a nuestros bienes, entre los que se encontraba Papel Prensa SA.

    Debo destacar algo muy importante sucedido en la vida de mi esposo. En una reunión social en México, en la hacienda del Señor Gabriel Alarcón (uno de los más importantes hombres de negocios de dicho país), en presencia de la firmante y de su propia familia aconseja lo siguiente en forma textual: “David, vendé Papel Prensa porque te costará tu vida.” La firmante quedó sumamente sorprendida y preocupada. De ello se desprende que este fue el primer aviso que tuve acerca de la problemática de tal empresa. A partir de la muerte de David comencé a sufrir presiones, lo que me llevó al convencimiento de que se acercaban momentos muy duros, pero no de la magnitud de los que después vivimos

    Posteriormente, en viajes a Nueva York, donde había residido largo tiempo, amigos estadounidenses me aconsejaban que no retornara a Buenos Aires. Para ellos, no estaban dadas las condiciones ni tenía garantías de que las autoridades iban a ver con buenos ojos que el grupo económico se reordenara.

    En ese momento, mi hija tenía 22 meses de edad, mi hermano Osvaldo, uno de mis posibles apoyos, se encontraba detenido en la cárcel de Caseros, a disposición del Poder Ejecutivo, y todo el grupo familiar estaba desquiciado por las presiones por parte de la Junta Militar.
    Ante ese panorama, y porque no tenía nada que ocultar, retorné a la Argentina el 16 de septiembre de 1976, convencida que esta es mi tierra, el país de mi hija y que actuando con calma y asesoramiento podía superar el mal trance. Nada más lejos de la realidad. Apenas instalada en las oficinas centrales de las empresas, advertí que los reclamos eran diversos, realizados en medio de un clima de crisis económica de las empresas y al no haber participado de la actividad empresaria de David, no tenía suficiente conocimiento ni capacidad comercial para manejar tantos frentes de tormenta.

    Inmersa en los acontecimientos descriptos, es cuando los diarios Clarín, La Nación y La Razón comienzan a ejecutar un plan destinado a apoderarse de las acciones de Papel Prensa SA, de las cuales mi esposo David era dueño en un porcentaje importante que le permitía tener el control societario de la empresa. Además, este operativo involucraba, antes que nada, la intención de la Junta Militar de apadrinar ese despojo y no trepidaron en utilizar todos los elementos de extorsión, intimidación y amenazas a su alcance para lograr el objetivo.

    Recuerdo que me contactó un intermediario, Guillermo Gainza Paz, que no era el dueño del diario La Prensa, quien me transmite la intención de compra de terceros, del paquete accionario de Papel Prensa SA. Posteriormente, el Sr. Francisco Manrique, que había sido ministro de Acción Social de la Nación y con el cual David trabajó como Secretario General, convocó a mi cuñado Isidoro Graiver para decirle que sus amigos de las Fuerzas Armadas, me recomendaban realizar esa venta, porque el grupo Graiver era mal visto por las autoridades y que estaba siendo investigado. En circunstancias en que concurrí a darle el pésame, por la muerte de su esposa, me reiteró dicha sugerencia.

    En ese contexto, me entrevisté con el ex presidente Lanusse para pedirle consejo por la situación en la que me encontraba, y me expresó que me veía mal posicionada y que solicitara una audiencia con el Tte. Gral. Videla para interiorizarlo del tema Papel Prensa SA. Aunque gestioné el pedido de audiencia por la mesa de entradas de la Casa de Gobierno, nunca obtuve respuesta. Mientras tanto, continuaban las amenazas anónimas en las que me decían que, si no vendía, mi hija María Sol corría peligro de muerte y se agregaban otros operadores que me presionaban para concretar las ventas.

    El Sr. Martínez Segovia, que era presidente de Papel Prensa SA, me citó en esos días, a un almuerzo en un hotel céntrico, para comunicarme que venía en representación del ministro de Economía Martínez de Hoz y que debía decidirme a firmar la cesión de las acciones de Papel Prensa SA. Tal decisión era impuesta desde el Ministerio de Economía del Proceso, quienes habían hecho saber que las acciones debían cederse a empresarios argentinos que no pertenecieran a la colectividad judía. Dado los hechos que se vivían en el país, tomé conciencia que las amenazas de muerte, tanto para mi hija como para mí, eran auténticas. En ese estado de terror fui citada para el día 2 de noviembre de 1976, por la noche, a una reunión en las oficinas de La Nación, conjuntamente con los integrantes de la familia Graiver.

    Encontrándonos en un amplio salón de reuniones, nos distribuyeron separadamente, de modo tal que los padres de David por un lado, Isidoro con Campos Carlés (quien invocaba ser apoderado de La Nación) por otro. Yo con Magnetto de Clarín, en otro aparte, donde coloquialmente me aseguró: “firme o le costará la vida de su hija y la suya.” No había chances.

    También sabía que habían presionado al Sr. Rafael Ianover, vicepresidente de Papel Prensa SA, un hombre leal con la familia, que era depositario de acciones, como testaferro. En la mencionada reunión en La Nación se suscribe un boleto de venta sobre el cual jamás pude opinar, no sobre el precio ni sobre los términos del mismo ni sobre la forma de pago, como tampoco ningún abogado de mi parte pudo verlo antes. Lo tuve que firmar sin siquiera haberlo leído.

    Posteriormente, el asesor de menores en la sucesión de David, no autorizó la venta por considerar bajo el precio y el juez ordenó que se hiciera una tasación por el BANCO NACIONAL DE DESARROLLO, quien confirmó que el precio era por demás exiguo. La forma de pago no permitía ni siquiera pensar que se trató de una operación habitual en el comercio, solo pagaron U$S 7000 –como primera entrega sobre un precio total de U$S 1.000.000–, destaco que ni siquiera era el 1%. Era una entrega absoluta, por nada, y sin chance de poder negociar. Todo lo que siguió en esta venta fue similar.

    Quiero también destacar que era necesario que yo solicitara, como administradora del sucesorio, la autorización en dicho expediente, por tratarse de bienes de mi hija menor de edad y es por ello que siguieron ejerciendo amenazas y presiones, a través de distintos personajes que me forzaban a ratificar ese acuerdo inicial y en el correr del tiempo llegamos al mes de marzo, donde se ingresa en el sucesorio el escrito para lograr la autorización.

    También deseo dejar constancia que el Dr. Jorge Rubinstein, que era el segundo de David, en los meses finales de 1976, sufrió un grave y sospechoso accidente, y que el mismo no me pareció casual porque él también estaba amenazado. Lo cual lo apartó por meses de la dirección del grupo, tareas que no pudo cumplir, quedando acéfala la conducción del grupo económico. Luego fue detenido ilegalmente, falleciendo por las torturas en cautiverio, no habiéndose nunca investigado dicha muerte. Deseo aclarar que, cuando se realizó el inventario en el BANADE, ignoraba qué había en el interior de la caja de seguridad, pero tenía total conciencia que debía comunicar al juzgado del sucesorio todos los bienes que pertenecían a mi marido, de acuerdo a lo que le había aconsejado el Dr. Miguel Anchorena, letrado de la sucesión.

    Quiero finalizar este relato, afirmando una vez más, que todo lo que ocurrió en Papel Prensa SA, a partir de mi cautiverio (14 de marzo de 1977) que nunca hasta el 20 de mayo de 2010 estuve en el lugar, ni concurrí a ninguna Asamblea. Por otra parte, durante mi desaparición con detención fui objeto de torturas que me provocaron graves quemaduras en mis genitales, abdomen y pechos, y que los golpes recibidos provocaron un tumor cerebral, el cual se me operó en la cárcel.

    Todo el horror que fue mi vida después de mi secuestro es indescriptible en la serie de perversiones, vejaciones y tormentos a la que fui sometida, no obstante que deseo concluir con la presente reiterando que prefiero ver los ojos y la cara de mis torturadores, antes que ver los ojos de Magnetto en el momento en que me amenazaba para que firmara.

    Sin otro particular, lo saludo atte.
    Lidia Elba Papaleo
    DNI 4954106
    (Agencia Paco Urondo)
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