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    Proyecto de ley para que los jóvenes de 16 puedan votar si lo desean

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    Mensaje por GABY Jue Oct 18, 2012 6:33 am

    El Senado aprobó el voto desde los 16 años
    La Cámara alta dio media sanción por amplia mayoría para que los jóvenes puedan votar de forma optativa desde los 16. Hubo 52 votos afirmativos, 3 negativos y 2 abstenciones. Ahora la Cámara de Diputados deberá comenzar el tratamiento para convertir la norma en ley.


    La Cámara de Senadores dio media sanción a la norma que permite que los jóvenes de 16 y 17 años puedan optar por votar y ahora deberá ser tratada por la Cámara de Diputadas para convertirse en ley.

    La iniciativa obtuvo, en la votación en general, 52 adhesiones positivas, tres negativas, que fueron las de los senadores del Frente Cívico y Social de Catamarca Oscar Castillo, Blanca Monllau y el renovador de Salta Agustín Pérez Alsina, y las abstenciones de los legisladores del interbloque del Frente Ampio Progresista (FAP) Luis Juez y Norma Morandini.

    El senador Aníbal Fernández aclaró: “El voto es optativo, se deja como obligatorio en los papeles pero no va a tener sanción quien no vaya a votar y tenga 16 y 17 años, por lo que será optativo ir. Quienes arrancaron estando en contra terminaron votando a favor".

    El proyecto
    Entre otras cosas, se modifica el primer artículo del Código Electoral, que desde mañana dirá que son electores nacionales "los argentinos nativos y por opción desde los 16 años y los argentinos naturalizados desde los 18 años".

    Paralelamente la Ley de Ciudadanía establecerá que "los argentinos que hubiesen cumplido los 16 años gozan de todos los derechos políticos conforme a la Constitución y a las leyes de la República".

    Como consecuencia del aval de esta ley, el DNI ya no se actualizará a los 16, sino que ese trámite deberá adelantarse a los 14 años. Según la Ley 17.671 de Registro Nacional de las Personas, el mismo se cambia por primera vez a los 8 años, nuevamente a los 16, y finalmente a los 30.

    El debate
    La senadora de Santiago del Estedo, Ada Itúrrez, señaló: "La nueva franja etaria que estamos incorporando no es cautiva de ningún partido". En tanto, la legisladora del Frente para la Victoria de Santa Cruz, María Labado, sostuvo: "A partir de Néstor (Kirchner), los jóvenes dejaron de ser el futuro para pasar a ser el presente. Hoy, los jóvenes están mucho mejor preparados".

    Por su parte, el senador Eugenio "Nito" Artaza (UCR) pidió: "Si vamos a darle nuevos derechos a los jóvenes, también debemos atender sus reclamos, y uno de sus reclamos más antiguos es el del boleto estudiantil gratuito. Está bien que los jóvenes tengan nuevos derechos, pero sobre todo, lo que tienen que tener es acceso a la educación".

    La iniciativa del voto joven corresponde a los senadores kirchneristas Elena Corregido y Aníbal Fernández. En las últimas semanas fue analizada en el marco de la Comisión de Asuntos Constitucionales.

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    Mensaje por GABY Miér Sep 12, 2012 6:57 pm

    Los votos de la juventud

    La inclusión política
    “¡Para qué diablos transformar los hogares en infiernos, donde la dueña de casa sea demócrata nacional, la cocinera socialista roja, la mucama socialista independiente... (risas), la lavandera radical antipersonalista... (risas) y la institutriz demócrata progresista! (hilaridad). Señores diputados: rindamos el homenaje que merece la mujer argentina, evitándole que conozca y sufra las pequeñeces y las miserias de nuestras luchas políticas.”
    Quien esto afirmaba era el diputado conservador Francisco Uriburu en 1932, cuando el Congreso debatía la incorporación del voto femenino impulsado por los bloques socialistas (fue el senador Mario Bravo el que presentó el primer proyecto), apoyados por legisladores de distintos partidos y la tenaz resistencia de otros.
    Desde entonces hasta hoy, muchas cosas han cambiado, pero en estos días, a propósito de la iniciativa oficialista de sancionar el voto optativo para los jóvenes a partir de los 16 años, los diarios de negocios y legisladores y dirigentes de la oposición han vertido argumentos en los que, al igual que en el discurso del diputado Uriburu, laten la discriminación y el rechazo a los cambios que suelen acompañar la ampliación de derechos.

    El domingo pasado, Clarín publicó una nota en cabeza de página con un gran título: “Generación Ni-Ni: casi medio millón de jóvenes que ni estudia ni trabaja”.
    Y la idea se completaba con la siguiente bajada: “Historias de adolescentes con vidas marcadas por la pobreza, las drogas y los embarazos. Ahora podrían votar”.

    Hace casi un siglo, en 1922, el diputado Juan José Frugoni presentó un proyecto que limitaba el voto femenino a “las mujeres mayores de veinte años y diplomadas en universidades, liceos, escuelas normales, secundarias y especiales”, lamentándose de que “en cambio, el alcoholista, el vago y el analfabeto tienen el patrimonio del sufragio, con el peligro siempre de convertir las elecciones en bacanales políticas, donde la democracia hace el papel de vulgar ramera”.
    Las semejanzas son notorias: en ambos casos se alude a una incapacidad intrínseca de elegir, ya sea por razones de género o por penosas condiciones sociales y culturales.

    Horacio González, en un texto notable publicado recientemente en Página/12, se pregunta si son las leyes las que producen los cambios sociales o si éstas receptan las mudanzas que ya están en marcha.
    La cuestión viene a cuento porque una de las razones más acudidas para impugnar el voto a partir de los 16 años es que a esa edad los jóvenes no están en condiciones de discernir, lo que, si se le da crédito a la crónica de Clarín citada al principio, se agravaría en las franjas más pobres.
    De ahí que varios dirigentes de la oposición arguyan que es preciso un mejoramiento sustancial de los estándares educativos y de las condiciones de vida de los jóvenes para luego concederles el voto.
    Dicho de este modo, habría que concluir, como lo hizo el diputado Frugoni, que es lamentable que voten los adultos que padecen tales limitaciones, algo que los mensajes de los lectores de La Nación y Clarín dicen sin eufemismos y con un odio de clase que anula el juicio, atribuyéndole “al alcoholista, al vago y al analfabeto” el amplio apoyo de que goza la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.


    Pero nadie en la oposición parece reparar (o quizá sí) en que la inclusión de estos jóvenes en el derecho a votar abriría un proceso de debate y de participación que complementaría las políticas inclusivas puestas en marcha en los últimos años, especialmente el mejoramiento y modernización de los procesos educativos.
    Y es eso, al igual que en ocasión del debate de los derechos políticos de las mujeres, lo que desata la reacción conservadora: un universo de nuevos votantes que, aunque en este caso no modificaría sustancialmente el mapa electoral, despierta temor porque la historia enseña que a tan temprana edad la rebeldía y la iconoclasia están a flor de piel y crean un terreno fértil para que se geste la voluntad colectiva de cambio.
    En el fondo, se considera peligroso el despertar de la conciencia crítica en los adolescentes; basta mirar la composición etaria predominante de los que se rebelan contra las políticas de mercado que laceran Europa, sin olvidar a los imberbes estudiantes chilenos y mexicanos que cuestionan políticas educativas igualmente vinculadas con la depredación financiera.
    En todas esas rebeliones sociales, en contra de las advertencias de los detractores vernáculos del nuevo proyecto, el despertar de la conciencia crítica y la movilización de los jóvenes son una traba infranqueable para el clientelismo y la manipulación política.


    Los partidos y los dirigentes debieran advertir que en el corazón de la crisis de las representaciones partidarias están la indiferencia y el desencanto colectivo, porque la política traicionó todos los mandatos y por muchos años estuvo enajenada, recluida en los despachos y directorios donde se cuecen repartos de poder, lejos de donde los hombres y mujeres sufren las consecuencias de esa apropiación de lo que es público y asunto de todos y todas.

    De modo que el proyecto de ampliación del sufragio, a la vez que se inscribe en un proceso en curso de mayor participación ciudadana, es un impulso nacido de la voluntad política de generar el protagonismo de los más jóvenes, de incluirlos en el debate de qué significa comprometerse, eligiendo representantes y proyectos, de cuál es el sentido histórico y presente de la política como herramienta de nobles transformaciones y, sobre todo, de que los cambios progresistas sólo son posibles si la construcción del futuro es una tarea social, colectiva, que reclama el compromiso de todos.
    Por Oscar González *
    * Secretario de Relaciones Parlamentarias. Las citas del debate sobre el voto femenino fueron extraídas del libro de próxima aparición Los derechos políticos de la mujer, de Silvana Palermo, en edición de la Universidad Nacional de General Sarmiento y la Secretaría de Relaciones Parlamentarias de la Jefatura de Gabinete de la Nación.
    ///////////////////////////////////////////////////////
    Democracia participativa o selectiva
    Es común en el seno de nuestra sociedad mirar y poner de ejemplo las democracias de los países a los cuales algunos de nuestros compatriotas indican como democracias plenas o maduras.
    Por lo general, siempre a modo de ejemplo, se mira lo que ocurre en sociedades del denominado “primer mundo”.
    En estas democracias, si hay por lo menos un elemento que despierta adhesión es la antigüedad del sistema como tal, en la continuidad del funcionamiento de las instituciones, hecho que ha ido forjando ciudadanía y participación en sus habitantes.
    La conciencia cívica de las sociedades requiere como condición indispensable la praxis, es decir la participación que en forma continua, sistemática y periódica construye experiencia y, sobre todo, elige a quienes delega la administración de la cosa pública.
    En ese sentido vaya pues entonces que, desde el inicio mismo de la humanidad, siempre existieron tensiones y peleas sobre cómo se organizaba y por supuesto sobre quién ostentaba y manejaba el poder.
    En el Estado antiguo, la participación estaba indicada para unos pocos a los que, por tener condiciones de privilegio, se les otorgaba el beneficio de ser y decidir por los demás.
    Después de grandes luchas arribamos al Estado moderno, y a la democracia como sistema y como forma de vida. Mirando el interior de nuestra corta historia democrática podemos arribar a la conclusión de que la misma sufrió mutilaciones por los distintos quiebres institucionales que provocaron los gobiernos militares.


    Por estos días estamos inmersos acaloradamente en el debate sobre si es conveniente o no que se modifique la ley electoral nacional para otorgar derecho político a los jóvenes de 16 años de nuestro país, para que puedan elegir a sus representantes.
    Debate que, en principio, funciona como un observatorio sobre la mirada de la sociedad y sobre todo de las consecuencias y secuelas de la corta democracia ejercida como consecuencia de los quiebres institucionales.
    Así como aprendimos que la libertad se perfecciona con más libertad, hoy también debemos aceptar que la democracia se perfecciona con más participación.
    Participación que, desde luego, no puede ser adjetivada sobre quién tiene o no tiene capacidad para ser un ciudadano.
    La igualdad de vivir en sociedad nos otorga derechos y también obligaciones.
    En ese plano hay que tener muy en claro que una cosa son los derechos políticos, otra los derechos civiles y otra las responsabilidades del Derecho penal.
    Por estas horas, los jóvenes son puestos en laboratorio de estudio sobre sus capacidades físicas, intelectuales y, lo más grave aún, sobre el abordaje con relación a volver a criminalizar a la juventud con la delincuencia.
    También se ha mencionado que esta participación podría devaluar la calidad de la democracia, como también que los jóvenes podrían ser objetos de manipulaciones poco claras, lo que pondría en riesgo al sistema.
    En tales argumentaciones, lo que subyace en primer término es que hay todavía quienes se creen con el derecho de poder decir quién o quiénes pueden y deben participar, todo un retroceso en la calidad de la ciudadanía; de tenerse memoria jamás se ofrecería tal tributo a desconocer las luchas populares por alcanzar la igualdad.
    En segundo término aparecen como excusa las condiciones educativas y económicas que, según dicen, muestran altos porcentajes de jóvenes que no pueden pensar con la responsabilidad que el acto cívico de votar requiere.
    Desde ese punto, los derechos políticos no admiten diferencias de sexo, religión, ni condición económica, y quienes pretenden exigir deberían ellos demostrar sus condiciones.
    Es mentirosa la preocupación que dicen tener por la situación de los jóvenes, toda vez que nuestros jóvenes son el reflejo de la sociedad que supimos construir y que siempre fue más cómodo mirar hacia el otro lado.
    Lo peor que nos puede pasar como sociedad es acostumbrarnos a lo que no debería existir, a ver cosas y pensar que son naturales y parte de la vida cotidiana. Aquellos que recurren a las estadísticas de las condiciones de los posibles votantes y señalan si pertenecen a hogares bajo la línea de pobreza, si reciben planes sociales, si no leen un texto o no tienen cobertura de salud, etc., etc., sería mejor que bregaran por el fiel cumplimiento de la Ley de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes (26.061), que todavía encuentra resistencia en los mismos que hoy se oponen a que los jóvenes puedan participar.
    Sería oportuno que dejaran de mirar el espejo que sólo percibe su propia imagen y se animaran a ser parte de una comunidad plural y participativa.


    El proyecto en cuestión no tiene riesgo y siempre será perfectible.
    La participación ciudadana se construye, se elabora, se trabaja, sobre todo se la instala.
    No es malo que, en el lenguaje de los futuros votantes, palabras como política, representación, gobierno, se constituyan con el tiempo en algo común.
    Siempre las primeras veces dejan cosas que corregir, pero también, en el más amplio sentido, queda cargada la experiencia.
    La reclamada renovación de la clase política depende absolutamente de tener partidos políticos fuertes, que sólo se oxigenan con mayor participación.
    La última dictadura militar se encargó sistemáticamente de elaborar un plan en lo económico, político, social y cultural, plan que gracias a la democracia estamos minando día a día.
    A 36 años de aquella nefasta y triste historia, el mejor homenaje a los jóvenes que participaron y que hoy no están es votar por la participación de la juventud en los procesos de formación de ciudadanía pública.
    La ampliación de derechos siempre será una conquista y nunca un retroceso.
    La participación no admite adjetivaciones, admite invitaciones, descarta descalificaciones, promueve igualdades.

    Por Fernando Masucci *
    * Ex concejal de la ciudad de Córdoba.

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    Mensaje por GABY Mar Sep 11, 2012 4:26 am

    La hora de aprender a participar participando

    El debate sobre la participación política de los jóvenes está en la agenda pública.
    Y es destacable que las posturas siempre se dividen hacia los mismos extremos.
    La posibilidad de votar a partir de los 16 años se incluye en otro debate históricamente más amplio, que ha dividido aguas entre quienes consideran a los jóvenes con capacidad y derecho a ejercer ciudadanía y quienes conservan una perspectiva del ejercicio ciudadano tutelado.
    Curiosamente, quienes se oponen a esta medida no dudan en adosarla al pedido de una baja de la edad de imputabilidad, cometiendo un doble error: por un lado, desconocen que un joven ya es imputable a partir de los 16 años –de acuerdo al Decreto Ley 22.278– desde 1980.
    En segundo lugar, sostienen una representación de la juventud como peligrosa y negativizada sobre fuertes e históricos prejuicios, tanto de edad como de clase.
    Desde esta perspectiva, se equipara en el debate una medida que incluiría al total de los jóvenes con la situación de un porcentaje minoritario de los jóvenes en conflicto con la ley.

    Pero también hay un desconocimiento mediático –no ingenuo– de la continuidad que representa esta iniciativa, que se muestra como un debate innecesario, como si hubiera cuestiones mucho más importantes para la sociedad.
    Desconocen, por ende, que este proyecto viene enmarcado en una serie de medidas, cuyo sentido más abarcativo es la ampliación de derechos como política de Estado.
    Y es posible, sobre todo, reconocer esa continuidad en quienes se oponen históricamente a todo lo que busque promover la participación política de los jóvenes, representados en el arco que reúne desde la centro-derecha partidaria hasta las posturas más conservadoras de la iglesia católica.
    Y valgan como ejemplo sólo algunos de esos embates ideológicos.
    Recientemente, se planteó como discusión si la participación y la militancia política eran o no potestad de los jóvenes en la escuela.
    Las posturas de quienes impugnaron la formación política dentro de los edificios escolares sostuvieron, de manera burda, que no se trataba de impedir la participación, sino de no dejar entrar ciertas expresiones políticas a la escuela.
    Quienes defendemos la postura contraria consideramos que los jóvenes tienen formas de participación social a partir de sus propias prácticas.
    Y consideramos que la escuela no puede ignorar esas formas de participación, sino más bien tomarlas, resignificarlas críticamente y enseñar ciudadanía a partir de ellas.
    Impugnar una postura o una opinión que se da dentro de marcos democráticos no parece ser el camino para construir ciudadanía. Sin embargo, es bueno tener en cuenta que esta discusión no la empezaron las falaces declaraciones del ministro Bullrich, sino más bien son la continuidad de otras que empezaron mucho antes, y se han dado en distintos temas.
    Valga recordar el debate que provocó la materia de la secundaria bonaerense Construcción de Ciudadanía, a cuya crítica dedicó Monseñor Aguer todo su discurso de la Asamblea Católica en 2007.
    Poco después le tocó a otra materia, Política y Ciudadanía, a la cual se dedicaron varias páginas de diarios (cuya “pretensión adoctrinadora” fue retomada hace pocos días como antecedente por Ivan Petrella de la Fundación Pensar, mencionando erróneamente su nombre, llamándola “Democracia y Ciudadanía”).
    Más cercano en el tiempo el mismo Aguer, representante educativo del catolicismo, arremetió con furibundas críticas hacia el Programa Nacional de Educación Sexual Integral, objetando que fuera tomado por las escuelas, aduciendo que debía ser un tema tratado en el seno familiar.
    (Paradójicamente, muchas escuelas religiosas movilizaron alumnos en micros, en ocasión de hacer campaña en contra de la ley de matrimonio igualitario, llenando las calles de Buenos Aires de chicos que entregaban folletos supuestamente en “defensa de la familia”.
    Parece que eso no era considerado “hacer política en la escuela”).
    Desde otros sectores asumimos que recibir educación sexual es derecho de todos los niños, niñas y adolescentes, más allá de las decisiones individuales y elecciones religiosas familiares.
    El Gobierno Nacional lo establece como contenido obligatorio de enseñanza, garantizado a partir de la Ley 26.150 y sostenido en el mencionado programa nacional.
    Este desconocimiento de la continuidad política del debate tiene como efecto inmediato invisibilizar el sentido ideológico de la construcción de ciudadanía que proponen estas medidas.
    Porque creo que el trasfondo de la discusión es históricamente el mismo: la condición de ciudadanía juvenil y el miedo a la participación política de los jóvenes.
    El terror que produce a estos sectores la juventud movilizada, formada críticamente y aprendiendo a participar participando.
    El miedo a una juventud que vuelve a querer “hacer política”, que quiere ser parte activa de proyectos que los convocan, que quiere, en síntesis, ejercer ciudadanía.
    Entonces, si miramos esa continuidad, el problema deja de ser una materia, una agrupación política o votar a los 16. El verdadero problema es que la demanda “que se vayan todos” empieza a ser claramente reemplazada por “tenemos que estar todos”.
    Y ese “todos” incluye especialmente a los jóvenes, que siempre hicieron política y fueron protagonistas de cambios sociales, siendo también las principales víctimas de los terrorismos de Estado.
    Por ende, si son y han sido protagonistas políticos, es hora de ampliar su posibilidad de tomar decisiones.
    Poder votar desde los 16 va claramente en ese sentido.
    En mi opinión, es hora de aprender a participar participando.
    Por Mariana Melgarejo

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    Mensaje por GABY Miér Sep 05, 2012 1:35 pm

    La hipocresía, detrás del rechazo
    El debate que se produce alrededor de la ley que autoriza a votar a los ciudadanos a partir de los 16 años tiene la particularidad de dejar al desnudo llamativas facetas de algunos de los que lo protagonizan.
    Los que la rechazan evidencian en sus discursos un porcentaje de prejuicio, una cuota de ignorancia, mucha especulación y la infaltable hipocresía.


    Hablan de proteger a los jóvenes, aunque su posición, en realidad, delata su desprecio por el que nace a la vida social y, sobre todo, da cuenta del temor que les producen los probables cambios que, están seguros, atentarán contra su concepción conservadora de la sociedad y de los intereses que defienden.
    Los que rechazan la norma saben que los jóvenes, al creer en ideas, se animan a tomarlas, discutirlas y hasta moldearlas acorde a sus tiempos.
    Es por ello que buscan deslegitimar el proyecto que está en marcha y que parece tener buen destino, a pesar de los que niegan lo irremediable.

    La actitud asumida por los bloques parlamentarios opositores es dispar.
    Los más progresistas aceptan el proyecto como algo que está inexorablemente atado a los tiempos de ampliación de derechos que se viven en esta última década.
    En ese sentido, buena parte de los partidos que integran el FAP no traicionan su historia y legado.
    El socialismo, cuya representación en las bancas no es proporcional en edad a la militancia juvenil que suele colmar sus actos, ha mostrado buena predisposición.
    Sólo sus aportantes que provienen del radicalismo, el GEN, parecen mostrar sus habituales sospechas a toda iniciativa del partido gobernante. En general, no se distingue si es una mala costumbre o son sospechas fundadas.

    Entre la oposición que se opone, se destaca el radicalismo, que no logra ocultar la negación de su propia historia y principios.
    No es la primera vez.
    Son conocidas las reivindicaciones a las luchas juveniles universitarias que dieron origen a la hoy devaluada Franja Morada.

    Fueron sus huestes las que soñaron con el tercer movimiento histórico y que aportaron una camada de jóvenes diputados. Sin embargo, como desde hace casi una década, exudan más sospechas que certezas sobre la supuesta intencionalidad que tiene el gobierno de Cristina Kirchner con esta iniciativa.
    Juegan a correr los límites del debate, al sostener que el voto debería ser obligatorio y no optativo, como plantea el proyecto que lleva la firma de los senadores Aníbal Fernández y Elena Corregido.
    Un pretexto con el que buscan ligar esta iniciativa con el debate de una aparente re-reelección de CFK.

    En ese punto los radicales, una vez más, coinciden con los macristas.
    Los representantes del PRO sospechan que el proyecto tiene como objetivo subyacente la intención de ampliar la base electoral para una reforma constitucional que contenga la reelección indefinida.
    Si el macrismo considera que con esta ley el gobierno de CFK obtendrá mágicamente mayor respaldo de los jóvenes, está demostrando que a ese grupo etario lo considera sin pensamiento propio, ganado por la anomia y dócil ante el mensaje predominante (se entiende del gobierno nacional).

    También niegan que pueda existir un grupo que adhiera a los postulados macristas, en caso de que existan.
    Esa es la concepción que tiene el PRO y la razón que lleva a esa fuerza a rechazar la militancia juvenil en las escuelas y a implementar el 0800 de Esteban Bullrich.

    En el peronismo disidente la mirada no difiere mucho de la que tienen los legisladores del bloque PRO. Inmaduros e influenciables, así los definen a los jóvenes que incluye el proyecto de ley.
    Sin embargo, este sector es uno de los más activos y fieros defensores de aplicar todo el peso de la ley, la que corresponde a los mayores, cuando esos inmaduros e influenciables cometen un delito.


    Entre los jóvenes argentinos hay anarquistas, extremistas, antisociales, románticos, religiosos, ateos, aventureros y especuladores.
    Los hay tristes, alegres, desconfiados, crédulos, comprometidos, solidarios, ignorantes y egoístas.
    Están los que adhieren al pensamiento kirchnerista-peronista, comunista, socialista, radical e incluso los que, de manera incomprensible, contribuyen al pensamiento neoliberal.
    Seguramente los hay en la misma proporción que entre los que hoy están habilitados para votar y eso es lo maravilloso de esta democracia.


    Ahora bien, no están solos los bloques que se oponen. Poco a poco, en los grandes medios de comunicación comienza a aparecer una propaganda (que incluye sesudas editoriales) para rechazar y demonizar a este proyecto de ley que forma parte, aunque alguno lo dude, del cambio de paradigma.

    Sin duda, estas iniciativas legislativas sirven para mostrar cuál es el verdadero ideario de los bloques parlamentarios en pugna: cómo consideran y qué rol le otorgan al sujeto social que dicen representar y cuál es la sociedad que quieren y aspiran conformar.
    Si son la expresión política de un statu quo de las décadas pasadas, o si integran el movimiento que amplía el espectro de derechos que terminará por transformar la sociedad, todavía con restos de un neoliberalismo tardío.
    por Felipe Yapur

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    Sectores conservadores, contra el voto a partir de los 16 años

    El proyecto de ley del oficialismo para permitir el voto a partir de los 16 años provoca el rechazo de sectores conservadores, que en algunos casos evidenciaron hasta irritación.

    Es el caso del arzobispo de San Juan, Alfonso Delgado, que comparó este tipo de iniciativas con las de "otros países" de los que "no se puede decir que sean democracias, como Cuba y Venezuela".
    "Esta intromisión política en ámbitos educativos está haciendo decaer la calidad educativa. Si una persona menor a 18 años no es imputable de un delito, pero sí puede votar, entonces, bajemos todo de los 18 a los 16 años", dijo el cura.

    En el ámbito político, el senador Ernesto Sanz dijo que "no está en la agenda de los pibes" la intención de participar de comicios antes de los 18 años. "Hay que darles educación antes que la posibilidad de votar", remarcó el dirigente del radicalismo.
    "Primero cumplamos las leyes y después démosle a los chicos estas herramientas", acotó, en alusión al proyecto.

    El senador kirchnerista Aníbal Fernández es el autor de la iniciativa junto con su par de Chaco, Elena Corregido, y cuenta con el respaldo de legisladores del oficialismo y de la oposición, que coincidieron con la necesidad de abrir el debate en torno al proyecto. Pero causa rechazo entre sectores conservadores.

    Sanz, por caso, afirmó hace dos años que como consecuencia de la Asignación Universal por Hijo (AUH) habían aumentado el consumo de droga y el juego, pese a que esta ayuda gubernamental logró bajar los índices de indigencia y de pobreza y mejorar la equidad social. "Es buena (la AUH) en términos teóricos, pero se está yendo por la canaleta de dos cuestiones: el juego y la droga", había dicho Sanz, que hoy se opone a que a los ciudadanos de 16 a 18 años se les permita votar (no obligatoria, sino voluntariamente).

    A Sanz y al obispo Delgado se les suma también el exjefe de Gabinete Alberto Fernández, que pidió "coherencia" a las autoridades nacionales que impulsan el voto de adolescentes y, al respecto, recordó que el país suscribió tratados internacionales que "tratan como niño" a una persona de 16 años.
    "No puede ser que por un lado se lo trate como un niño y por otro lado se piense que tienen capacidades de adulto y elegir por la república", advirtió el dirigente del peronismo porteño.
    "Si creemos que son mayores, son mayores para todo", advirtió, en relación con la posibilidad de votar y con la imputabilidad.

    El macrismo, por su parte, se mostró abierto a la posibilidad de debatir la iniciativa. El jefe de Gabinete porteño, Horacio Rodríguez Larreta, definió como "interesante" la posibilidad de que los jóvenes puedan votar a partir de los 16 años, pero exigió que el proyecto del oficialismo en el Congreso "se abra al debate" y no tenga un "trámite veloz".
    A su vez, el ministro de Educación porteño, Esteban Bullrich, propuso una consulta popular respecto de este y otros temas de agenda nacional.

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    Voto a los 16 años: "Los jóvenes deben sumar derechos"
    El proyecto que busca ampliar el derecho de las personas de entre 16 y 18 años, otorgándoles la posibilidad de votar, provocó un intenso debate con opiniones diversas. En este caso, senadores y diputados del Frente para la Victoria exponen sus argumentos.

    En este sentido, el senador nacional Aníbal Fernández dijo que “los jóvenes deben sumar derechos” y se preguntó: "¿Por qué le tienen miedo a los jóvenes?".

    Por su parte, la diputada Diana Conti confió en que la iniciativa será aprobada antes de que termine el 2012 porque “los jóvenes también quieren participar y construir el país”.
    “Así como generamos el interés de los sectores juveniles, queremos otorgarles la posibilidad de que elijan a sus representantes. No hemos evaluado cuál es la cantidad de votos nuevos”, agregó en diálogo en Radio América.
    Respecto de la posibilidad de que el PRO llame a una consulta popular para definir su postura, dijo: “Para temas electorales no está permitida en nuestra Constitución”.
    Además, explicó que “los jóvenes quieren participar y construir en nuestro país”. “Yo creo que este año el proyecto va a ser ley”, sostuvo.

    Por último, la senadora Elena Corregido, coautora de la iniciativa, afirmó en declaraciones en CN23 que la discusión “es saludable”. “Hay muchísimos jóvenes que tienen compromiso de participar y esta demostrado que la incorporación de derechos beneficia a la sociedad”.
    “No le estamos quitando derecho a nadie. Cuanto mayor es la base electoral, mayor es la representatividad. Sirve para que los jóvenes aumenten su compromiso con la sociedad”, finalizó.

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    Proyecto de ley para que los jóvenes de 16 puedan votar si lo desean  Empty Re: Proyecto de ley para que los jóvenes de 16 puedan votar si lo desean

    Mensaje por GABY Miér Sep 05, 2012 10:24 am

    Proyecto de Ley.
    ARTÍCULO 1º.- Sustitúyese el artículo 2º de la Ley Nº 346 por el siguiente texto:
    “ARTÍCULO 2º.- Son argentinos por naturalización:
    1º. Los extranjeros mayores de 18 años, que residiesen en la República dos años continuos y manifestasen ante los jueces federales de sección su voluntad de serlo.
    2º. Los extranjeros que acrediten ante dichos jueces haber prestado, cualquiera que sea el tiempo de residencia, alguno de los servicios siguientes:
    -Haber desempeñado con honradez empleos de la Nación o de las provincias, dentro o fuera de la República.
    -Haber servido en el ejército o en la escuadra, o haber asistido a una función de guerra en defensa de la Nación.
    -Haber establecido en el país una nueva industria, o introducido una invención útil.
    -Ser empresario o constructor de ferrocarriles en cualquiera de las provincias.
    -Hallarse formando parte de las colonias establecidas o que en adelante se establecieran, ya sea en territorios nacionales o en los de las provincias, con tal que posean en ellas alguna propiedad raíz.
    -Habitar o poblar territorio nacionales en las líneas actuales de frontera o fuera de ellas.
    -Haberse casado con mujer Argentina en cualquiera de las provincias.
    -Ejercer en ellas el profesorado en cualesquiera de los ramos de la educación o de la industria”.


    ARTÍCULO 2º.- Sustitúyese el artículo 7º de la Ley Nº 346 por el siguiente texto:
    “ARTÍCULO 7º.- Los argentinos que hubieren cumplido la edad de dieciséis (16) años, gozan de todos los derechos políticos conforme a la Constitución y a las leyes de la República”.


    ARTÍCULO 3º.- Sustitúyese el artículo 1º de la Ley Nº 19.945 por el siguiente texto:
    “ARTÍCULO 1º.- Son electores nacionales los ciudadanos desde los dieciséis (16) años de edad que no tengan ninguna de las inhabilitaciones previstas en esta ley”.


    ARTÍCULO 4º.- Sustitúyese el inciso a) del artículo 12º de la Ley Nº 19.945 por el siguiente texto:
    “Inciso a) Los jóvenes entre los dieciséis (16) y los dieciocho (18) años y los mayores de setenta (70) años”;


    ARTÍCULO 5°.- Comuníquese al Poder Ejecutivo Nacional.

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    Proyecto de ley para que los jóvenes de 16 puedan votar si lo desean  Empty Proyecto de ley para que los jóvenes de 16 puedan votar si lo desean

    Mensaje por GABY Mar Jul 17, 2012 3:05 am

    El proyecto presentado por los senadores del Frente para la Victoria Elena Corregido (Chaco) y Aníbal Fernández (Buenos Aires) para que los jóvenes de 16 años puedan ejercer el derecho al voto de manera optativa, tal como sucede con los ciudadanos mayores de 70 años, ya está generando declaraciones tanto a favor como en contra y muy probablemente se transforme en un tema que habilite grandes debates como sucede toda vez que se pone en discusión es la ampliación de derechos.

    Desde algunas fuerzas de oposición no se hicieron esperar las reacciones.
    El radical Gerardo Morales, fiel a su costumbre de descalificar de plano todo proyecto que provenga del oficialismo manifestó que "En este momento político, con tanta puja de poder en el gobierno, el Frente para la Victoria termina desnaturalizando cualquiera buena iniciativa. Han perdido el sentido común" y para no ser menos que su compañero de bancada Ernesto Sanz cuando un año atrás dijo que el dinero de la Asignación Universal por Hijo se iba “por la canaleta del juego y la droga”, el senador jujeño remató: "Esperemos que el kirchnerismo no pretenda usar a los chicos para cambiarle un voto por una notebook, cuando el acceso a la tecnología y la educación son derechos”

    En el FAP, todo indica que tendrán mucha discusión interna puesto que mientras se supone que fuerzas como el Socialismo y Libres del Sur verían con buenos ojos la iniciativa, el senador por la provincia de Buenos Aires, Jaime Linares, un radical enrolado en el GEN de Margarita Stolbizer no pudo con su genio y reaccionó con los típicos reflejos que en los últimos años tienen los hombres y mujeres del partido de Alem e Yrigoyen al señalar que "No es el momento correcto para debatir un tema que no figura en la agenda de la sociedad"

    En los fundamentos del proyecto de Corregido y Fernández se lee: “Existe por parte de los jóvenes una demanda cada vez mayor de participación formal en niveles locales, comunales, municipales y, por parte de los adolescentes, en colegios secundarios y universidades. Los temas nacionales son parte de sus debates y discusiones, sostenidos desde una voluntad genuina.

    Después de décadas en que los asuntos públicos no formaban parte del horizonte de los jóvenes, hoy comparten y piensan un proyecto de nación, de estado, de economía. Muestran un mayor interés en cambiar las cosas más inmediatas que los afectan.
    Es posible hoy pensar en un futuro, en un proyecto de sociedad y de país para los jóvenes. Muchas de las políticas sociales tienden a encaminar y formar profesionalmente y laboralmente a los jóvenes. Un ejemplo de ello, es el Programa Jóvenes con más y mejor trabajo, el programa Fines.


    Así como se está produciendo un recambio generacional en la política, también se percibe y sobre todo, son los jóvenes los que perciben, que la política a nivel nacional está conectada con su vida cotidiana y su realidad. Ya no existe ese desfasaje, esa distancia o ajenidad entre las cuestiones políticas y las de los espacios públicos cotidianos donde los jóvenes se desarrollan y se desenvuelven.”

    La militancia local y barrial es una forma de organización política, con un fuerte anclaje en los valores y prácticas organizativas propias de la democracia. Es la política llevada al territorio, al contacto directo con los vecinos, que adquiere sentido en tanto se llevan a las prácticas los valores políticos que la sostienen. Y al mismo tiempo, constituye un espacio de construcción de la identidad de los jóvenes que se están desarrollando y creciendo. Se dan los dos procesos al mismo tiempo: Cambio en el concepto de política, relacionada con las cuestiones que forman parte de la vida cotidiana de los ciudadanos y entre ellos los jóvenes. La política y la militancia se hicieron propias en estos jóvenes, forman parte de sus vidas, de sus ambiciones, de sus sueños e ideales, de su presente y su futuro.”

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