por GABY Lun Dic 26, 2011 3:48 pmPALABRAS DE LA PRESIDENTA DE LA NACIÓN, CRISTINA FERNÁNDEZ DE KIRCHNER, EN EL AYUNTAMIENTO DE MADRID
Señor Alcalde de la maravillosa Madrid; señoras y señores representantes de los ciudadanos y ciudadanas de esta ciudad: permítanme en primer lugar, solidarizarme con todos ustedes, madrileños y con todos los españoles y repudiar, como lo hacemos todos los hombres y mujeres que me acompañan y como lo hacen todos los hombres y mujeres de bien, por el episodio que le ha tocado vivir en las primeras horas de esta mañana, a la ciudad de Madrid, y que muestran una vez más como se intenta muchas veces desde la irracionalidad, pretender imponer las ideas cuando no se puede llegar por el voto, por la expresión de la voluntad popular.
Creo que todos los hombres y mujeres, cualquiera sea el espacio en el cual militemos, cualquiera sea nuestra experiencia política e histórica, debemos condenar actitudes como estas que sacuden a una sociedad democrática y que sólo tienen por sentido quebrar el espíritu y fortaleza, no ya de las instituciones, sino de su ciudadanía. Vaya entonces mi solidaridad.
Quiero decirle, señor Alcalde, que las palabras de Ortega y Gasset que usted mencionó, donde nadie debe sentirse extranjero en Buenos Aires o en Madrid, tienen para mí un profundo significado. Esta Presidenta de la República Argentina, la primera mujer, como usted ha señalado en la Casa Rosada, es la nieta de tres españoles. Para mí los vínculos con España no solamente obedecen a cuestiones linguísticas, culturales o históricas; tienen un profundo sentido en los vínculos familiares, en los afectos, en el recuerdo de mi infancia.
Quiero también agradecer, como usted lo ha hecho, cómo ha recibido España a miles de argentinos que, corridos por la dictadura en 1976 y luego por las feroces crisis económicas por sus secuelas de falta de empleos y desocupados, obligó a miles de argentinos a buscar aquí en España, lo que allá en nuestro país, en su casa, no se le podía brindar; seguridad, en cuanto a la vida, seguridad también en cuanto a la propia subsistencia económica y social. De la misma manera, como usted también lo ha señalado, que mi país, tierra de inmigrantes, acogió a miles, a decenas de miles de españoles y españolas, como mis abuelos, no tal vez corridos por la guerra civil, eso fue más tarde, pero sí tal vez por la falta de oportunidades económicas que en aquellos tiempos había aquí en España y que fueron a buscar en aquella Argentina, "granero del mundo", una oportunidad para ellos y para quienes iban a ser sus hijos y sus nietos.
Esto marca también las características de una sociedad como es la República Argentina. Una sociedad abierta, plural, conformada por fuertes corrientes migratorias pero también además, signada por lo que yo considero un rasgo distintivo en la región que es la movilidad social ascendente. El hecho de que hijos de trabajadores puedan ascender a la primera magistratura de un país, habla además no solamente de una integración cultural migratoria, sino fundamentalmente también de un fuerte concepto de integración social.
El año que viene vamos a celebrar el Bicentenario. Es cierto, mi país es en la región, el primero que lo celebra; tiene que ver también con lo que fue la impronta de la etapa de liberación en aquellos momentos en donde hombres como José de San Martín creyeron que no solamente había que liberar la tierra que habían nacido, sino también ayudar a la constitución de naciones hermanas como en el caso de la hermana República de Chile, más adelante también en la campaña del Alto Perú junto a Bolívar.
Creo que este Bicentenario nos va a encontrar en un mundo difícil, no solamente por las circunstancias económicas, sino también porque va a exigir de todos nosotros, hombres y mujeres que provenimos de los partidos políticos, un gran desafío intelectual en este siglo XXI.
Si el siglo XX y fines del siglo IX estuvieron signados por las categorías intelectuales de derechas e izquierdas para entender la realidad, para explicarla y para además formular instrumentos o políticas que cada uno desde su orientación fueran las soluciones para la sociedad, creo que el desafío de este siglo XXI va a ser el de imaginar categorías de pensamientos tal vez diferentes, en un mundo que se nos presentaba hasta hace muy poco tiempo, como una suerte de globalización perfecta en la cual todo iba a ser homogéneo y finalmente todo iba a ser hacia una sola dirección o una sola orientación.
Hoy, el mundo contemporáneo, nos presenta el desafío no sólo de un mundo multipolar, sino también de un mundo multicultural, donde tenemos que tener el desafío de interpretarlo, de aceptarlo y de reformular nuestras propias actitudes, nuestras propias categorías de análisis para imaginar instrumentos y políticas que sigan contribuyendo al bienestar de nuestras sociedades, hoy sacudidas por la amenaza del desempleo, de la desestabilización de las instituciones de crédito y de la caída de paradigmas que se creían inamovibles.
Esto obliga a todos a un ejercicio muy fuerte para repensar nuestra propia sociedad y para repensar el mundo que nos asiste. Y creo que, tal vez el Bicentenario como etapa y culminación de procesos históricos, sea una excelente oportunidad para poner en marcha en nuestras sociedades, basadas en los profundos lazos de integración cultural, histórica, linguística que nos une, este ejercicio en forma conjunta. Porque estamos absolutamente convencidos de la necesidad de entender que estamos ante un mundo diferente y, como dijo hace poco quien resultara electo presidente de los Estados Unidos, "el mundo ha cambiado y debemos cambiar con ese mundo".
Había un ministro de la posguerra italiana De Gasperi que solía decir que uno debe cambiar cuando cambia la época, a menos que sea tan importante que sea uno el que logre cambiar la época. Como me siento muy humilde y sé que también usted lo es, creo que advertimos que las épocas han cambiado y que entonces también exige por parte de todos un replanteo de actitudes, de ideas y fundamentalmente de políticas para enfrentar un mundo difícil en el cual además nos acechan -como digo yo, siempre surgen en las crisis económicas- los peores aspectos de la condición humana, xenofobias, nacionalismos cerrados, posiciones de creer que uno se salva a costa del otro. Creo que estas cosas en estos momentos de crisis, es donde entonces se debe hacer el mayor esfuerzo para desterrar esos aspectos negativos que no son ni de un pueblo, ni de una raza, ni de una religión; son aspectos de la condición humana, cualquiera sea el dios el que se rece y cualquiera sea la idea en la que uno crea. Hay que tener entonces la amplitud y la comprensión necesaria para entender que estamos ante un nuevo mundo y dar respuesta a ese nuevo mundo. Eso es lo que la sociedad aspira de sus dirigentes, que para eso se los llama "dirigentes". Normalmente se ha perdido el concepto de dirigente y se cree que ser dirigente es estar sentado por un escaño o en el sillón de la alcaldía o en el sillón de una presidenta. Este es un cargo institucional, pero dirigentes son precisamente aquellos que se destacan del resto de la comunidad, porque pueden dirigir a las sociedades hacia un objetivo común.
Creo que rescatar este concepto del rol de los dirigentes, más allá del protocolo, más allá de los cargos electivos, es el gran desafío que tenemos todos los que seguimos creyendo, como siempre lo hicimos, que sigue siendo la política, el instrumento más apropiado para transformar la vida de nuestros conciudadanos.
Quiero entonces agradecer esta inmensa distinción que me han conferido, no porque la llave sea de oro, sino porque es de Madrid, que es mucho más importante que el oro. También decirles, y esto a título tal vez casi de confesión personal, que cuando estuve aquí hace dos años y medio, sentada por allí atrás, ahí me señala un concejal del PP que estaba sentada al lado, lo cual no quiere significar que formaba parte de la bancada del PP; fue simplemente una distinción que me hizo la bancada y que se la agradezco infinitamente. Estaba sentada allí, como Primera Dama, le puedo asegurar que nunca supe que dos años y medio más tarde iba a estar aquí, hablándoles a todos ustedes como Presidenta de todos los argentinos.
Déjeme agradecerle, señor Alcalde, en el nombre de mi pueblo y en el nombre de mi Gobierno, esta inmensa distinción que no es para mí Cristina Fernández de Kirchner, sino para todos los argentinos.
Muchas gracias. (APLAUSOS)
Señor Alcalde de la maravillosa Madrid; señoras y señores representantes de los ciudadanos y ciudadanas de esta ciudad: permítanme en primer lugar, solidarizarme con todos ustedes, madrileños y con todos los españoles y repudiar, como lo hacemos todos los hombres y mujeres que me acompañan y como lo hacen todos los hombres y mujeres de bien, por el episodio que le ha tocado vivir en las primeras horas de esta mañana, a la ciudad de Madrid, y que muestran una vez más como se intenta muchas veces desde la irracionalidad, pretender imponer las ideas cuando no se puede llegar por el voto, por la expresión de la voluntad popular.
Creo que todos los hombres y mujeres, cualquiera sea el espacio en el cual militemos, cualquiera sea nuestra experiencia política e histórica, debemos condenar actitudes como estas que sacuden a una sociedad democrática y que sólo tienen por sentido quebrar el espíritu y fortaleza, no ya de las instituciones, sino de su ciudadanía. Vaya entonces mi solidaridad.
Quiero decirle, señor Alcalde, que las palabras de Ortega y Gasset que usted mencionó, donde nadie debe sentirse extranjero en Buenos Aires o en Madrid, tienen para mí un profundo significado. Esta Presidenta de la República Argentina, la primera mujer, como usted ha señalado en la Casa Rosada, es la nieta de tres españoles. Para mí los vínculos con España no solamente obedecen a cuestiones linguísticas, culturales o históricas; tienen un profundo sentido en los vínculos familiares, en los afectos, en el recuerdo de mi infancia.
Quiero también agradecer, como usted lo ha hecho, cómo ha recibido España a miles de argentinos que, corridos por la dictadura en 1976 y luego por las feroces crisis económicas por sus secuelas de falta de empleos y desocupados, obligó a miles de argentinos a buscar aquí en España, lo que allá en nuestro país, en su casa, no se le podía brindar; seguridad, en cuanto a la vida, seguridad también en cuanto a la propia subsistencia económica y social. De la misma manera, como usted también lo ha señalado, que mi país, tierra de inmigrantes, acogió a miles, a decenas de miles de españoles y españolas, como mis abuelos, no tal vez corridos por la guerra civil, eso fue más tarde, pero sí tal vez por la falta de oportunidades económicas que en aquellos tiempos había aquí en España y que fueron a buscar en aquella Argentina, "granero del mundo", una oportunidad para ellos y para quienes iban a ser sus hijos y sus nietos.
Esto marca también las características de una sociedad como es la República Argentina. Una sociedad abierta, plural, conformada por fuertes corrientes migratorias pero también además, signada por lo que yo considero un rasgo distintivo en la región que es la movilidad social ascendente. El hecho de que hijos de trabajadores puedan ascender a la primera magistratura de un país, habla además no solamente de una integración cultural migratoria, sino fundamentalmente también de un fuerte concepto de integración social.
El año que viene vamos a celebrar el Bicentenario. Es cierto, mi país es en la región, el primero que lo celebra; tiene que ver también con lo que fue la impronta de la etapa de liberación en aquellos momentos en donde hombres como José de San Martín creyeron que no solamente había que liberar la tierra que habían nacido, sino también ayudar a la constitución de naciones hermanas como en el caso de la hermana República de Chile, más adelante también en la campaña del Alto Perú junto a Bolívar.
Creo que este Bicentenario nos va a encontrar en un mundo difícil, no solamente por las circunstancias económicas, sino también porque va a exigir de todos nosotros, hombres y mujeres que provenimos de los partidos políticos, un gran desafío intelectual en este siglo XXI.
Si el siglo XX y fines del siglo IX estuvieron signados por las categorías intelectuales de derechas e izquierdas para entender la realidad, para explicarla y para además formular instrumentos o políticas que cada uno desde su orientación fueran las soluciones para la sociedad, creo que el desafío de este siglo XXI va a ser el de imaginar categorías de pensamientos tal vez diferentes, en un mundo que se nos presentaba hasta hace muy poco tiempo, como una suerte de globalización perfecta en la cual todo iba a ser homogéneo y finalmente todo iba a ser hacia una sola dirección o una sola orientación.
Hoy, el mundo contemporáneo, nos presenta el desafío no sólo de un mundo multipolar, sino también de un mundo multicultural, donde tenemos que tener el desafío de interpretarlo, de aceptarlo y de reformular nuestras propias actitudes, nuestras propias categorías de análisis para imaginar instrumentos y políticas que sigan contribuyendo al bienestar de nuestras sociedades, hoy sacudidas por la amenaza del desempleo, de la desestabilización de las instituciones de crédito y de la caída de paradigmas que se creían inamovibles.
Esto obliga a todos a un ejercicio muy fuerte para repensar nuestra propia sociedad y para repensar el mundo que nos asiste. Y creo que, tal vez el Bicentenario como etapa y culminación de procesos históricos, sea una excelente oportunidad para poner en marcha en nuestras sociedades, basadas en los profundos lazos de integración cultural, histórica, linguística que nos une, este ejercicio en forma conjunta. Porque estamos absolutamente convencidos de la necesidad de entender que estamos ante un mundo diferente y, como dijo hace poco quien resultara electo presidente de los Estados Unidos, "el mundo ha cambiado y debemos cambiar con ese mundo".
Había un ministro de la posguerra italiana De Gasperi que solía decir que uno debe cambiar cuando cambia la época, a menos que sea tan importante que sea uno el que logre cambiar la época. Como me siento muy humilde y sé que también usted lo es, creo que advertimos que las épocas han cambiado y que entonces también exige por parte de todos un replanteo de actitudes, de ideas y fundamentalmente de políticas para enfrentar un mundo difícil en el cual además nos acechan -como digo yo, siempre surgen en las crisis económicas- los peores aspectos de la condición humana, xenofobias, nacionalismos cerrados, posiciones de creer que uno se salva a costa del otro. Creo que estas cosas en estos momentos de crisis, es donde entonces se debe hacer el mayor esfuerzo para desterrar esos aspectos negativos que no son ni de un pueblo, ni de una raza, ni de una religión; son aspectos de la condición humana, cualquiera sea el dios el que se rece y cualquiera sea la idea en la que uno crea. Hay que tener entonces la amplitud y la comprensión necesaria para entender que estamos ante un nuevo mundo y dar respuesta a ese nuevo mundo. Eso es lo que la sociedad aspira de sus dirigentes, que para eso se los llama "dirigentes". Normalmente se ha perdido el concepto de dirigente y se cree que ser dirigente es estar sentado por un escaño o en el sillón de la alcaldía o en el sillón de una presidenta. Este es un cargo institucional, pero dirigentes son precisamente aquellos que se destacan del resto de la comunidad, porque pueden dirigir a las sociedades hacia un objetivo común.
Creo que rescatar este concepto del rol de los dirigentes, más allá del protocolo, más allá de los cargos electivos, es el gran desafío que tenemos todos los que seguimos creyendo, como siempre lo hicimos, que sigue siendo la política, el instrumento más apropiado para transformar la vida de nuestros conciudadanos.
Quiero entonces agradecer esta inmensa distinción que me han conferido, no porque la llave sea de oro, sino porque es de Madrid, que es mucho más importante que el oro. También decirles, y esto a título tal vez casi de confesión personal, que cuando estuve aquí hace dos años y medio, sentada por allí atrás, ahí me señala un concejal del PP que estaba sentada al lado, lo cual no quiere significar que formaba parte de la bancada del PP; fue simplemente una distinción que me hizo la bancada y que se la agradezco infinitamente. Estaba sentada allí, como Primera Dama, le puedo asegurar que nunca supe que dos años y medio más tarde iba a estar aquí, hablándoles a todos ustedes como Presidenta de todos los argentinos.
Déjeme agradecerle, señor Alcalde, en el nombre de mi pueblo y en el nombre de mi Gobierno, esta inmensa distinción que no es para mí Cristina Fernández de Kirchner, sino para todos los argentinos.
Muchas gracias. (APLAUSOS)
