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    MALVINAS ARGENTINAS...

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    Mensaje por GABY Dom Sep 02, 2012 7:42 pm

    Cuatro mapas de las Islas Malvinas del siglo XVIII vuelven a la Argentina

    El gobierno de Brasil se los obsequió al argentino; pertenecen a la colección Pedro de Angelis y son previos a la ocupación británica

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    Cuatro copias certificadas de mapas de las Islas Malvinas del siglo XVIII, previas a la ocupación británica pertenecientes a la colección Pedro de Ángelis de la Biblioteca Nacional de Brasilia, fueron entregadas hoy por la Cancillería brasileña a la Argentina en el encuentro bilateral que se desarrolla en la capital de este país.

    "Es un acto de amor y solidaridad con valor histórico, simbólico y político", destacó el secretario de Cultura argentino, Jorge Coscia, durante la reunión con su par de Brasil, la ministra Ana de Hollanda.

    Se tratan de copias del siglo XVIII anteriores a la ocupación británica en Malvinas y escritos por navegantes españoles, según explicó a Télam Ezequiel Grimson, director de Cultura de la Biblioteca Nacional, institución que albergará estos documentos.

    La singularidad cartográfica da cuenta de un hallazgo histórico. "El mapa fechado en 1770 está íntimamente relacionado con la expedición española que expulsa ese año a los ingleses de las islas", agregó Grimson, quien recibió las copias en nombre de la Biblioteca Nacional.

    Luego de la derrota francesa en la Guerra de los Siete Años, donde perdió casi todo su imperio colonial a manos de los ingleses, Francia emprendió la reconstrucción de su poder y, a expensas de España, consideró colonizar las Malvinas.


    Uno de los mapas que fueron obsequiados al gobierno de la Argentina. Foto: Télam
    El primer fundador fue el francés Louis Antoine de Bougainville quien el 31 de enero de 1764 arribó a las islas, a las que nombró Illes Malouines, en marzo fundó una colonia en la isla Soledad que llamó Port Saint-Louis y el 5 de abril de 1764 tomó posesión formal del territorio en nombre de Luis XV.
    Sin embargo, la corte española reclamó su derecho sobre estas tierras a la que Francia accede rápidamente mientras que Bougainville acepta una indemnización en concepto de resarcimiento por el abandono de las instalaciones.

    En tanto, la corona británica, consciente de que las islas eran clave para sus intereses comerciales, organizó una expedición secreta al archipiélago para evitar los reclamos españoles.

    Este documento indica la primera recuperación española de las islas en 1770 A cambio, los argentinos entregaron al presidente de la Fundación Biblioteca Nacional de Brasil, Galeno Amorim, la edición facsimilar de La estrella del sur (The Southern Star), periódico de las fuerzas de ocupación británica en Montevideo en 1807.

    PROYECTO EN CONJUNTO
    En 2009 ambas bibliotecas nacionales crearon el proyecto conjunto Biblioteca Virtual Pedro de Ángelis el primer emprendimiento transnacional de este tipo en América del Sur que recoge el patrimonio documental que acopió una de las figuras de la ciencia histórica argentina en el siglo XIX.

    Considerado uno de los primeros historiadores del país, De Angelis publicó documentos inéditos y fundó los periódicos Crónica política y literaria de Buenos Aires, en 1827 y El Lucero, en 1829. Además, inauguró el género de la biografía en la Argentina.

    "De Ángelis fue un periodista que estuvo 20 años al servicio de Juan Manuel de Rosas. Llegó al Río de la Plata a fines de la década de 1820 traído por Bernardino Rivadavia y durante el gobierno rosista fue el responsable de las publicaciones que hace el estado de Buenos Aires", puntualizó Grimson.

    Como archivista acopió documentos de los siglos XVII y XVIII que estaban en ese entonces en la ciudad, como estos mapas. Una de sus publicaciones, Obras y documentos, incluye los primeros diccionarios guaraníticos que escriben los padres jesuitas y crónicas de las expediciones a la Patagonia y el Alto Perú.

    http://www.lanacion.com.ar
    ////////////////////////////////////////////////

    La Argentina tiene en su poder cuatro copias certificadas de mapas de las Islas Malvinas que datan del siglo XVIII, previas a la ocupación británica, que pertenecían a la Colección Pedro de Ángelis de la Biblioteca Nacional de Brasilia, y que fueron entregadas ayer por la Cancillería brasileña a la Argentina.

    El pase de estos valiosos documentos, constituyó para el secretario de Cultura argentino, Jorge Coscia, "un acto de amor y solidaridad con valor histórico, simbólico y político", dijo ayer en una reunión con su par de Brasil, la ministra Ana de Hollanda, quien agregó que "esto demuestra nuestra amistad y espíritu de colaboración con la Argentina".
    Se tratan de "copias del siglo XVIII anteriores a la ocupación británica, escritos por navegantes españoles", explicó a la agencia Télam, Ezequiel Grimson, director de Cultura de la Biblioteca Nacional, institución que albergará estos documentos.

    La singularidad cartográfica da cuenta de un hallazgo histórico. "El mapa, fechado en 1770, está íntimamente relacionado con la expedición española que expulsa ese año a los ingleses de las islas", agregó Grimson, quien recibió las copias en nombre de la Biblioteca Nacional.
    Luego de la derrota francesa en la Guerra de los Siete Años, donde perdió casi todo su imperio colonial a manos de los ingleses, Francia emprendió la reconstrucción de su poder y, a expensas de España, consideró colonizar las Malvinas. El primer fundador fue el francés Louis Antoine de Bougainville, quien el 31 de enero de 1764 arribó a las islas, a las que nombró Illes Malouines, en marzo fundó una colonia en la isla Soledad que llamó Port Saint-Louis y el 5 de abril de 1764 tomó posesión formal del territorio en nombre de Luis XV. Sin embargo, la corte española reclamó su derecho sobre estas tierras. Francia accedió y Bougainville fue indenmizado.
    En tanto, la corona británica, consciente de que las islas eran clave para sus intereses comerciales, organizó una expedición secreta al archipiélago para evitar los reclamos españoles. "En 1770, España envía una escuadra al mando de Juan Ignacio de Madariaga, con órdenes de expulsar a los ingleses. Es probable que haya hecho ese viaje con este mapa, regido por el meridiano español de Tenerife, que lo diferencia de cualquier mapa británico de aquella época", contó el historiador.


    De esta manera, el documento da cuenta de "la primera recuperación española de las islas en 1770 (los ingleses se rindieron el 10 de junio en Puerto Egmont). Este es el mapa del pleno dominio español en el siglo XVIII sobre las islas", subrayó.
    Como contraparte, los argentinos entregarán a la Fundación Biblioteca Nacional de Brasil la edición facsimilar de La estrella del sur (The Southern Star), periódico de las fuerzas de ocupación británica en Montevideo en 1807

    http://tiempo.infonews.com
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    Mensaje por GABY Miér Abr 04, 2012 1:04 am

    Rematan el télex de rendición argentina en Malvinas

    Una copia del télex original con el que el general de división británico Jeremy Moore informó al gobierno de la rendición argentina en la guerra de las Malvinas de 1982 fue vendido hoy (martes 3) por 7.500 libras (12.000 dólares) en una subasta realizada en Londres, anunció la casa Bonhams.

    El documento, cuyo precio estaba estimado en hasta 3.000 libras (4.800 dólares), fue adquirido por un postor estadounidense privado al día siguiente del 30° aniversario del inicio de la guerra.

    El comandante de las fuerzas terrestres británicas envió el télex anunciando que las islas estaban "una vez más bajo el gobierno deseado por sus habitantes" a la agencia de inteligencia encargada de las comunicaciones (GCHQ) el 14 de junio de 1982, poco después de recibir la rendición del comandante de las tropas argentinas, Mario Benjamín Menéndez.

    "En Puerto Stanley, a las 9 de la noche hora de las Islas Falkland (nombre británico de Malvinas) de este 14 de junio de 1982, el general de brigada Menendes (sic) se rindió y me entregó todas las fuerzas armadas argentinas en East y West Falkland", las dos islas principales llamadas en español Soledad y Gran Malvina, reza el texto.

    "Los preparativos están en curso a fin de reunir a los hombres para un regreso a Argentina, recoger sus armas y equipos, y marcar y asegurar sus municiones", agrega.

    "Las islas Falkland están una vez más bajo el gobierno deseado por sus habitantes. Dios salve a la reina", concluye el télex firmado "JJ Moore".
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    Mensaje por GABY Lun Abr 02, 2012 8:49 pm

    LAS TAPAS DE LOS DIARIOS DEL 2 DE ABRIL DEL 2012

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    Mensaje por GABY Lun Abr 02, 2012 8:19 pm

    Mientras los pibes morían en Malvinas, el Banco Central salvaba los negocios ingleses

    La desclasificación del Informe Rattenbach es un aporte invaluable al derecho a la información de la sociedad argentina y un riquísimo yacimiento de materiales y documentos sobre el origen y desenlace de la Guerra de Malvinas. Hace tres décadas, la dictadura silenció el trabajo porque desde su primera foja condenaba a los generales genocidas por la derrota, incluso a la pena de muerte. Era un material peligroso, además, porque su fuerza residía en que los investigadores vestían uniformes y no podían ser asociados a ninguna “campaña antiargentina” ni a “propósitos subversivos”. La cobarde rendición del represor Alfredo Astiz en las Georgias, el uso del histórico reclamo sobre las islas para perpetuar un régimen en declive (“para revitalizar el proceso”, según el informe), la descomposición de una cadena de mandos que pudo haber servido para las cacerías nocturnas del terrorismo de Estado pero resultó incapaz de combatir contra un enemigo de verdad, todo quedó asentado y documentado por la comisión que condujo el teniente general Benjamín Rattenbach, un hombre de pasado antiperonista que dejó, sin embargo, insustituibles testimonios para confeccionar, desde ahora y en adelante, de modo coral, una relectura nacional, popular y democrática de la guerra. La historia argentina está llena de paradojas. Y Malvinas, sobre todo: fue una guerra nada heroica con actos de profundo heroísmo, una acción bélica por la soberanía emanada de una voluntad no soberana y una epopeya prefabricada en los camastros de tortura de los centros clandestinos, que nada tuvieron de épicos. La sangre de Dalmiro Flores, muerto por la represión militar del 30 de marzo de 1982 en Plaza de Mayo, dos días antes del desembarco en las islas, se funde con la que se derramó en el archipiélago. Pertenecían a la misma clase de gente: la que sufrió la ausencia de derechos y libertades durante los siete años que duró la dictadura cívico-militar, tanto en su vertiente abyecta de los grupos de tareas y la picana, como en la aventurera que perdió la batalla en el Atlántico Sur bajo ropaje anticolonialista alquilado. Porque el verdadero rostro de la dictadura es el de Roberto Alemann, ministro de Economía de Galtieri y símbolo del establishment liberal, autorizando ayudas financieras al Banco de Londres, al mismo tiempo que los ingleses confiscaban mil millones de dólares del Banco de la Nación Argentina, precisamente, en Londres, aunque pudo ser evitado. Mientras tanto, la mayoría de los medios de comunicación eran triunfalistas y ocultaban la verdadera historia que, 30 años después, viene asomando.
    Por: Cynthia Ottaviano y Roberto Caballero
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    Mensaje por GABY Lun Abr 02, 2012 1:36 pm

    el 2 de abril en la tapa de los diarios

    Los medios durante la guerra de Malvinas

    ¿La guerra es inminente?
    Los periódicos argentinos ofrecían a principios del año 1982 indicios de que la guerra era un escenario posible, aunque desde ya no necesariamente el único, que barajaban los militares. Sin abusar de la lectura retrospectiva, resulta sorprendente la cantidad de alusiones en este sentido en varios medios locales, entre ellos, el diario La Prensa. Así, el 17 de enero aparecía en este periódico una nota firmada por el columnista Jesús Iglesias Rouco, quien sostenía que “todo indica que a juicio de las máximas instancias de poder, de la solución que se dé al problema del Beagle, dependerá de la de Malvinas. O viceversa. Repetimos: o viceversa”. Dos días más tarde, en el mismo periódico, su colega Manfred Schönfeld advertía que “la cuestión tiene una simple solución: la de que un día amanezca con el archipiélago reincorporado al territorio nacional, sin explicaciones que haya que dar a nadie (y que, además, no será exigidas, salvo a efecto declamatorios y sin que esa declamación perdure más que un tiempo prudencialmente breve”). El 24 de enero, Rouco volvía sobre el tema ya de manera más explícita: si las negociaciones diplomáticas fracasaban, el periodista se hallaba en condiciones de anunciar que “Buenos Aires [sic] recuperará las Islas por la fuerza”. Incluso arrojaba datos de la operación: “se estima que será relativamente sencilla, en vistas de los escasos pertrechos militares de las Islas […] a Buenos Aires [sic] se le atribuye la determinación de evitar toda efusión de sangre […] Las Malvinas y el Beagle, quizás con bases conjuntas merced a un tratado del Atlántico Sur, se convertirán así en dos de los principales puntales de la estructura defensiva de la región”.
    Resulta llamativo que en ningún momento las autoridades militares hayan desmentido este tipo de afirmación; al contrario, en febrero de 1982 el ministro de Defensa Amadeo Frúgoli admitía en el periódico mendocino Los Andes que desde el punto de vista estratégico, “Las Islas Malvinas, por su posición geográfica, serían un punto de apoyo de gran importancia” y el titular argentino en la OEA (Organización de Estados Americanos), Alejandro Ofila, a través del mismo periódico en su edición del 5 de marzo sostenía que “Las Islas Malvinas son argentinas. […] y estoy seguro que no ha de pasar mucho tiempo para que en ese rincón del territorio nacional ondeé la bandera de la Patria”. Tres días antes, el diario La Nación titulaba en tapa como noticia central “Nueva política para Malvinas”, con una bajada que ya dejaba entender que los militares argentinos no descartaban la guerra: el gobierno endureció su actitud al reservarse el derecho de tomar otras medidas si no dieran resultado las reuniones mensuales propuestas para “acelerar verdaderamente” al máximo la negociación. Por estos mismos días, un periódico británico, The Manchester Guardian, registraba el endurecimiento de las posiciones diplomáticas argentinas y aseguraba que Galtieri había dejado entrever que uno de los objetivos políticos de su gobierno era impedir que se cumplan los ciento cincuenta años de ocupación inglesa en las islas.

    ¿Se pueden interpretar estas notas que aparecían en algunos medios no sólo en el cuerpo de los periódicos, sino también en algunas tapas de los diarios más destacados, como signos inequívocos de una guerra que se avecinaba? Tal vez conviene ser prudentes e incorporar aquí otras variables constitutivas del contexto. El clima de creciente conflictividad social interna contribuía para que la Junta, a través del endurecimiento de sus posiciones diplomáticas, instalara la cuestión Malvinas como un tema central en la agenda política, capaz de generar un enemigo “externo” que pudiera así amortiguar las tensiones “hacia adentro” que se venían incrementando. También, es probable que la función que cumplían estas noticias era presionar aún más a los ingleses bajo la hipótesis de que, instalando la idea de que la guerra era un posibilidad que aparecía en el horizonte de los militares argentinos, aceptarían finalmente negociar la soberanía de las islas.

    El litigio en torno de Malvinas se aceleró entre el 19 y el 24 de marzo de 1982, cuando un grupo de tareas encabezado por el hoy ex Capitán de Fragata Alfredo Astiz –responsable del secuestro y desaparición, entre otros casos, de un grupo de activistas de derechos humanos en 1977– izó la bandera argentina en Grytviken, islas Georgias del Sur, lo que provocó el reclamo británico y la movilización de un buque hacia la zona de tensión. En un ejemplo paradigmático de las dos caras de la dictadura militar, el diario La Nación del 23 de marzo titulaba como noticia central de tapa Fue rechazada una protesta británica y, a su lado derecho, Fabricaciones Militares: Estudia privatizar sus empresas. De este modo, el dudoso nacionalismo y la adhesión a la economía de mercado no se mostraban para nada incongruentes con el ideario de la dictadura. Clarín era más cauto con el título del mismo día: Simbólica ocupación de las Georgias del Sur. Quien de ningún modo mostraba esa cautela era el ya mencionado Rouco, que tras los episodios de las Georgias advertía a través de La Prensa: “está llegando la hora de que el régimen, sin dejar de agotar todas las instancias pacíficas, tome las decisiones que las circunstancias impongan […] De otra forma habrá llegado a su fin el ya escasísimo crédito que le queda”, para rematar afirmando que “ninguna vacilación podrá justificarse por la falta de armas o de presupuesto militar, tras los millones de dólares que se gastaron en nuevos equipos durante los últimos años”. El juicio de Rouco es significativo, porque muestra bien, además del cuestionamiento que sufrían los militares en los momentos previos al desembarco, que no sólo grupos de la Marina estaban interesados en el desembarco en las islas: había civiles que, desde lugares de enunciación destacados en la formación de opinión, alentaban pasar a los hechos.

    En síntesis, desde principios de 1982, y con mayor intensidad desde marzo, se registran en los medios notas que dejaban entender que la guerra era un horizonte posible para dirimir el conflicto. Estas notas eran funcionales a la dictadura en un doble sentido: instalaban un tema capaz de desviar el foco de atención en torno a la conflictividad interna y pretendían sumar presión a los ingleses, bajo la hipótesis –errónea- de que la amenaza de guerra los obligaría, por fin, a negociar la soberanía de las islas. Aunque funcionales, las notas también daban cuenta de un sector del periodismo que alentaba la opción militar sin medir ninguna de las consecuencias de una decisión de esa índole. La conflictividad interna y la cuestión Malvinas, finalmente, estaban tan ligados en esta coyuntura que no sorprende el título de Crónica el martes 30 de marzo, el día de la primera huelga general contra la dictadura: CGT ratificó el acto; Gobierno lo prohíbe. Más abajo, una foto de Saúl Ubaldini debajo de un cartel que decía: “Las Malvinas son argentinas. CGT”.

    La guerra: el relato de los medios

    La información durante la guerra de Malvinas no escapó a las condiciones generales de la dictadura. Al severo control de la prensa que existía desde el golpe de Estado se agregaron la censura típica de todo conflicto armado, que comenzó a aplicarse de manera rigurosa el 30 de abril, horas antes del primer ataque británico1. En las Islas, cubrieron la guerra Nicolás Kasanzew de Canal 7, Diego Pérez Andrade y Carlos García Malod, de la agencia estatal Télam y Eduardo Rotondo, que recogió tanto material fotográfico (publicado en la revista Gente) como material filmográfico de importante valor, entre otras razones porque fue el único en registrar en imágenes la rendición argentina el 14 de junio.

    Los medios de comunicación cumplieron un rol decisivo en la construcción del relato de la guerra, exacerbando y construyendo con mayor eficacia que la que era capaz de imaginar la dictadura ciertos tópicos dominantes durante los días del conflicto. Veamos algunos de ellos:

    -La construcción de un enemigo atroz y al mismo tiempo inofensivo.
    En los medios gráficos aparece una doble construcción de la imagen de los ingleses. Por un lado, son calificados como “piratas” y usurpadores, como muestra la tapa de Crónica que informa la partida de la flota británica hacia las Islas el 5 de abril: “Zarpa la flota inglesa, otra vez a piratear”; asimismo, son tildados de “asesinos”, especialmente por el semanario amarillista Tal Cual, quien en la primera semana del conflicto (8 de abril) publica en tapa la foto de la esposa e hija de Giachino, el capitán de corbeta comprometido con crímenes de lesa humanidad que resultó el primer argentino muerto en las islas. La tapa del semanario atribuye a su hija la siguiente frase: “Los ingleses mataron a mi papá”. Del mismo modo, este semanario se especializará en demonizar la figura de Margaret Thatcher (Tal cual, 28 de mayo, “Más mala que el diablo”), señalizándola como “La señora de la muerte” (Tal cual, 7 de mayo de 1982), intentando demostrar su presunto pasado nazi (Tal cual, 14 de mayo, “La Thatcher peor que Hitler) y marcando su condición cercana a la locura por creerse la “mujer maravilla”. Pero en el mismo momento en que se presentaban así a los ingleses, se subrayaba, especialmente en periódicos procesistas como Convicción, que el británico era un “imperio en decadencia” y por ende inofensivo, subestimándose incluso su poder de fuego, como anuncia la edición Quinta de La Razón (5/4/1982): “Gran Bretaña no podrá hacer un desembarco masivo en las Islas”. Con el hundimiento del Crucero General Belgrano, algunos medios como Convicción (4 de mayo de 1982) subrayaron aún más el carácter asesino de británicos e insistían increíblemente en que los ingleses constituían un enemigo militar de poco rango (“la flota británica se acerca a Malvinas para intentar un ataque desesperado”), aunque la mayoría de los medios, tras el hundimiento del Belgrano, optaron por otro camino: enfatizar no los daños causados por la acción militar británica, sino mostrar que había un alto número de sobrevivientes, al mismo tiempo que ponían el eje en la respuesta militar argentina: el hundimiento del Sheffield.

    -La propaganda triunfalista.
    Los medios de comunicación argentinos fueron altamente funcionales a la Junta militar en la creación de un clima triunfalista. Por eso, en ningún momento filtraron noticias que dieran cuenta del carácter adverso de los combates. El ejemplo hiperbólico de esta actitud es la Revista Gente, que con imágenes de la guerra exacerbó el slogan y la publicidad oficial “Argentinos a vencer! Cada uno en lo suyo defendiendo lo nuestro”. En efecto, si la publicidad oficial enviaba ese mensaje impreso sobre un puño cerrado con el pulgar en alto, en medio de un folleto que advertía que Ya estamos ganando!, la revista Gente multiplicaba al infinito ese mensaje y lo encuadraba en el campo de batalla con la tapa del 7 de mayo de 1982, donde con letra bien amplia anunciaba: Estamos ganando. Y todavía más, contra toda evidencia, el 29 de mayo retomaba el slogan para titular: Seguimos ganando. Si la tesitura de Gente condujo al paroxismo la representación triunfalista de la guerra, los demás medios la reprodujeron en escala sólo un poco más modesta. En efecto, el modo de contar la guerra se construyó sobre los comunicados e informes de las Fuerzas Armadas, que destacaban algunos éxitos de la aviación argentina pero no informaban sobre las derrotas en las trincheras. Este modo de informar, que incluso provocó algunos desacuerdos entre los propios militares –Menéndez, otro militar comprometido con crímenes de lesa humanidad que había sido designado gobernador de las islas, pretendía desde mediados de mayo que se comience a ofrecer otro panorama de la guerra a la luz de lo que acontecía en el territorio, para preparar a la población a recibir la noticia de la derrota- se mantuvo intacto hasta la llegada del Papa a la Argentina, el 11 de junio de 1982. Sólo a partir de ese día, pero aún de manera acotada, el lector de periódicos locales podía inferir que la guerra estaba perdida. ¿Hasta qué punto esta perspectiva “triunfalista” de la dictadura, exacerbada por los medios, no era a su vez demandada por sectores de la sociedad que habían adherido, cierto que por diversos motivos, a la empresa militar? El interrogante, difícil de desarrollar aquí, apunta a pensar de qué modo se generaron las condiciones sociales para que esta estrategia de manipulación informativa haya tenido tanta eficacia. Sólo como índice de que efectivamente un grueso importante de la población esperaba este tipo de mensajes, recuperamos el registro televisivo de la protesta –duramente reprimida- que aconteció en Plaza de mayo el día de la rendición, el 14 de junio de 1982. Mientras muchos manifestantes entonaban la consigna “se va a acabar/ se va a acabar/ la dictadura militar” uno de los asistentes, dirigiéndose a los policías que pronto comenzarían a reprimir, repetía una y otra vez: “No se rindan”.

    - La construcción de la imagen de un pueblo unido y unánimemente convencido de la causa.
    Pero la intervención decisiva de los medios argentinos durante la guerra residió en construir con enorme eficacia la idea de un único pueblo que deponía por fin sus querellas internas para abrazar una causa común. A través de programas televisivos como 24 horas por Malvinas, pero sobre todo con un manejo impecable de los recursos audiovisuales, muchos medios no sólo legitimaron la guerra sino que, a través de ella, pretendieron legitimar la dictadura militar. Un buen ejemplo lo ofrece La Prensa en un artículo con fecha del 2 de abril del 82, donde se afirma que “esta operación será recordada como el principal logro del régimen militar, junto con su triunfo sobre la subversión”. La unanimidad fue representada de manera especial con la cobertura de la masiva concurrencia a la plaza de Mayo en el mes de abril (el 2 y sobre todo el 10 de ese mes); así, el 3 de abril el diario Clarín publicó una foto emblemática, la que mostraba a Galtieri saludando el día anterior a una plaza colmada desde el balcón de la Casa Rosada (pocos días después circularon las primeras fotografías del desembarco y recuperación de las islas, reforzando la idea de unidad y éxito en la “empresa común”). En la editorial de ese mismo día, Clarín hacía un balance de la jornada que concluía en estos términos ampliamente justificatorios de la dictadura: “Escuchar al pueblo. Tal parece ser la fórmula de la democracia”. En el mismo sentido, la revista Gente utilizaba la imagen de la plaza del 10 de abril para desplegar un extenso epígrafe que decía: “No fueron necesarios comunicados ni varios días para organizarla. Sólo un llamado lanzado el día anterior que bastó para despertar el impulso latente. No fue la manifestación de un sector, no fue la marcha de unos contra otros. Pero sí fue -como tantas otras veces- para pedir algo, aunque algo para todos: que no se vuelva atrás, que la soberanía sea defendida. Este fue el testimonio de un pueblo que volvió a unirse después de mucho tiempo”. La porción de realidad recortada por la revista podría contrastarse con otras narraciones que modificarían el sentido de la imagen y le devolverían su densidad histórica. El día de la foto –el 10 de abril- algunos manifestantes cantaron consignas contra Galtieri y recordaron otras identidades políticas: “Y ya lo ve, y ya lo ve, vinimos el 30 y hoy también”, “se siente, se siente Perón está presente”, “Levadura, levadura, apoyamos las Malvinas pero no la dictadura”, “Malvinas sí, proceso no”, “Galtieri, Galtieri, prestá mucha atención, Malvinas argentinas y el pueblo es de Perón”. Sin embargo, esas voces estaban borradas de la plaza bajo los encuadres de los medios, que de este modo acudían con rápidos reflejos al modo en que previamente habían tratado acontecimientos como el Mundial 1978. Por en efecto, las “Plazas de abril”, bajo el encuadre de “la plaza de todos”, eran una prolongación de aquella “fiesta de todos”, (según el título de la película de Renan) en los años del Mundial.

    - La difusión de información inexacta.
    No sólo la guerra se cubrió de manera sesgada, sino que también se proporcionó información que era falsa. Uno de los casos más interesantes en este sentido lo analiza Lucrecia Escudero en Malvinas: el gran relato. Se trata de la “noticia” de que Inglaterra había mandado submarinos nucleares a Malvinas. Comenzando por una nota del 31 de marzo, donde Clarín levantaba cables de agencias extranjeras que anunciaban el envío del submarino nuclear “Superb”, Escudero registra cómo con el paso de los días la noticia va cobrando mayor envergadura, llegando al punto de anunciarse el arribo a la zona de guerra de cuatro submarinos atómicos el 8 de abril. Sin embargo, el 22 de abril Clarín, reconociendo a medias que había conferido entidad a una noticia falsa, cierra el tema publicando que “un submarino que, como ha sido comunicado, habría patrullado el área de las Islas Malvinas, ha sido identificado en Escocia y parecería que nunca estuvo en la zona de guerra del Atlántico Sur. Fuentes del ministerio de Defensa, han afirmado que el submarino Superb de propulsión nuclear, se encontraba ayer de regreso en su base de Faslane, en el estuario de Clyde, desde el viernes”. Un caso similar es el de la “Batalla del Estrecho de San Carlos”, que Convicción y Gente narraron con infografía y minuciosidad, pero que nunca aconteció en esos términos. A la información inexacta se sumó una serie de incongruencias muy severas en la estrategia de información de la dictadura. Por citar un ejemplo, según relata Andrade (el periodista enviado por Telam) en un documental sobre el papel de los medios en Malvinas elaborado por Telesur, en ocasión de un prolongado bombardeo al aeropuerto escribió una nota que cerraba diciendo que, a pesar de la intensa lluvia de bombas, los ingleses no habían acertado en su blanco, la pista de aterrizaje. Tres horas después, desde Buenos Aires le comunicaban que los mandos militares felicitaban al periodista por la nota, porque revelaba el fracaso del operativo militar inglés. Pero una hora después de recibir las felicitaciones, Andrade era expulsado por Menéndez de las islas, precisamente por la nota que había escrito. “¿Qué tenía de malo esa nota?” preguntó Andrade, a lo que Menéndez respondió que, en virtud de esa información, los ingleses volverían a la carga al día siguiente. Anécdotas de este tipo, en síntesis, mostraban bien el desorden y la improvisación militar, también en la circulación de la información de la guerra.

    1 El comunicado se titulaba “Pautas a tener en cuenta para el cumplimiento del acta de la junta militar disponiendo el control de la información por cuestiones de seguridad”. Algunas de esas pautas eran: “evitar difundir información que atente contra la unidad nacional; reste credibilidad y/o contradiga la información oficial; destaque neutralismo activo a favor de Gran Bretaña; haga referencia a unidades militares, equipo y/o personal militar sin previa autorización del Estado Mayor Conjunto…”.
    Por Matías Farías*
    * Para Equipo Educación y Memoria, Subsecretaría de Calidad y Equidad Educativa del Ministerio de Educación de la Nación
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    Mensaje por GABY Lun Abr 02, 2012 1:34 pm



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    Mensaje por GABY Lun Abr 02, 2012 11:44 am

    La Comisión Rattenbach (puntos 286 y 287) opinó al respecto: “Con ese acto, la nación reivindicaba un objetivo histórico y mostraba su determinación de hacer respetar sus derechos sobre un territorio irredento. Además, estas justas aspiraciones habían sido reconocidas sucesivamente por las Naciones Unidas a partir del año 1965 siendo sistemáticamente resistidas por Gran Bretaña. Al cabo de 17 años de infructuosas negociaciones y 149 de reclamaciones, la ocupación militar se daba como un recurso extremo para denunciar y comprometer ante el mundo a una potencia colonialista que se negaba obstinadamente a negociar con seriedad el futuro de las islas, desconociendo los documentos emergentes de la opinión internacional, expresados a través de la Asamblea General de las Naciones Unidas.” La naturaleza justa y legítima del acto de recuperación –tal como afirma el Informe Rattenbach– sería luego ratificado por la justicia argentina en la denominada Causa N° 59 (Archivo de la Cámara Federal) en el juicio a la Junta por las responsabilidades del conflicto bélico. El fallo del 26 de julio de 1988 (fiscal de Cámara Luis Gabriel Moreno Ocampo) declaró: “La Fiscalía, […] acepta expresamente que la conquista de Malvinas fue un acto de legítima defensa; eso aquí no se discute, ni en ningún foro internacional se condenó a la Argentina como agresora, menos la Fiscalía estaría dispuesta a decir esto.”
    ¿De dónde proviene la coincidencia entre el Rattenbach y la justicia argentina? De la contundencia objetiva de la historia y que humildemente intentamos reflejar en este Suplemento, no para salvar ni reivindicar a la Junta Militar, sino para salvar y reivindicar a los Héroes de Malvinas, para desmantelar la desmalvinización. Más datos de la Malvinas real (en contraposición a la Malvinas virtual). El Informe Franks, en su punto 229, confirma el “informe de la prensa británica de ese día [31 de marzo] acerca de la partida de un submarino nuclear, que podría dar a los argentinos la impresión de que los británicos buscaban una solución militar, más que diplomática”. Asimismo, el historiador oficial británico de la Guerra de Malvinas (entrevistado en este fascículo), Lawrence Freedman, coincide con esta apreciación, pero agrega un sustancial aporte: “Los funcionarios del Ministerio de Defensa y los oficiales en Londres no estaban muy disgustados con la idea de que Buenos Aires haya tomado nota de que un submarino nuclear pudiera llegar al Atlántico Sur en pocos días, aunque esto pusiera ansioso al Foreign Office. Los temores de los diplomáticos estaban mejor fundados. Más que un inmediato efecto de persuasión, la inteligencia proveniente de Londres parecía confirmarle a la Junta que de efectuar alguna movida importante, esta tendría una muy estrecha ventana de oportunidad para ser ejecutada. […] Las especulaciones acerca del significado de las declaraciones en el Parlamento [de Carrington y Luce del día 30], los submarinos nucleares en función de los artículos de la prensa del 31 –según informó el señor Molteni–, confirmó las sospechas en Buenos Aires de que los británicos estaban endureciendo su posición en la crisis en el sentido de reforzar militarmente a las Falklands. En este caso, las preparaciones para la ocupación inmediata de las islas habrían sido prudentes. Si, como luego fuera conjeturado, este había sido el día en el que la Junta habría tomado la fatídica decisión [de recuperar las Malvinas], entonces la divulgación mediática dada a las preparaciones militares británicas podrían haber sido responsables de haber provocado el acto que se supondría deberían haber impedido.” (Pág. 203). Pero para la Argentina y al decir de Rattenbach, ya había sido suficiente no sólo los “diecisiete años de infructuosas negociaciones y 149 de reclamaciones” desoídas sino además el envío de los buques y submarinos nucleares de los que había tomado conocimiento a fines de marzo, sumado al refuerzo de la dotación de marines en Puerto Argentino y a las declaraciones parlamentarias sobre el congelamiento de las negociaciones y la Fortaleza Falklands.
    Aquí el origen específico del 2 de abril, como vimos en el fascículo anterior, adelantado en al menos cuatro meses según los planes originales del Comité Militar, aunque previsto por las Fuerzas Armadas al menos desde 1965. Y ahora una minúscula contribución al análisis que la democracia aún se debe del Conflicto del Atlántico Sur. Como señala Jorge Abelardo Ramos en su monumental obra Historia de la Nación Latinoamericana: “Los Estados Mayores de las Fuerzas Armadas, advertidos de los planes británicos, resolvieron precipitar la acción de reconquista de las Islas Malvinas. Fundaron su decisión en varias hipótesis, todas erróneas. […] Entraron en guerra cuando ya era tarde para hacerlo. Si hubieran sabido desde el principio lo que ocurriría, jamás hubieran ocupado las Malvinas.” (Pág. 425). En efecto, nunca quisieron librar una guerra, menos una colonial y menos para perpetuarse en el poder; por lo general la orden que recibían los oficiales en el frente era el de defender, resistir; jamás un adelantamiento; jamás interceptar a la Task Force; jamás sumar a las decenas de miles de voluntarios civiles en los Consulados de la Patria Grande así como en la Argentina. Se confió más en el Estados Unidos mediador y en una Gran Bretaña civilizada que en el pueblo latinoamericano y las propuestas de apoyo militar del Tercer Mundo. La reacción y el pro imperialismo que hasta entonces prohijaron las FF AA en Centroamérica como en muchos de los Países No Alineados, ungió el estrepitoso fracaso de la Resolución 502 cuando los mismos No Alineados se abrieron de la Argentina. Quedaría en pie la patriótica Panamá a través de la figura de su brillante Canciller Illueca. Con razón Rattenbach denuncia los errores militares en el campo de operaciones y los errores diplomáticos en la ONU (por ejemplo, a mediados de marzo, Costa Méndez había dicho que la Argentina “no pertenecía al Tercer Mundo”); con razón denuncia la precipitada capitulación de Menéndez, planificada por quienes derrocaron a Galtieri y que luego habrían de encomendarle al mismo Rattenbach la investigación del conflicto bélico. Pero los errores de las FF AA durante la guerra de ninguna manera invalidan el acto del 2 de abril ni lo que vino después; mucho menos el coraje, patriotismo y profesionalismo de los Héroes de Malvinas (soldados, pilotos, infantes de marina, suboficiales y oficiales), de los caídos y los que volvieron, de los que aquí se quitaron la vida y los que siguen vivos. Los Héroes, sí, los que lucharon en defensa de la Patria y no en defensa de la dictadura; los que lucharon en inferioridad de condiciones –como se lucha en toda guerra colonial y desde 1806– y a pesar de eso, no dudaron en dar su vida por la causa. Como no dudó el pueblo argentino de separar la defensa de la soberanía nacional de la dictadura; como no dudó el pueblo latinoamericano y del Tercer Mundo de brindar su apoyo a la Argentina, a pesar de estar gobernada por una dictadura. El pueblo argentino debe aun estudiar y analizar las lecciones que dejaron aquellos meses de 1982. Es el mínimo homenaje que debemos dar a los Héroes argentinos y latinoamericanos, como el canciller panameño Illueca. ¿Cómo fue que se perdió la guerra? ¿A partir de cuándo o qué hechos? ¿La derrota se debió a la inferioridad técnica, militar, etc. o más bien obedeció a la naturaleza semicolonial, antipopular (genocida de su propio pueblo) y pro occidentalista de la máxima dirección militar del país? ¿Cuáles son las lecciones diplomáticas, políticas, culturales y militares de la democracia y para la democracia? ¿Cuáles para la construcción de unas FF AA sanmartinianas, democráticas y populares? ¿Y sobre la Resolución 502? ¿Hay diferencias con las resoluciones que abrieron la puerta a las invasiones a Irak, Afganistán y Libia? La descolonización pedagógica en relación con Malvinas, esto es, el desmantelamiento del proceso desmalvinizador, es capital a la resolución de la cuestión nacional. No por nada el propio Arturo Jauretche enseñó que “falsificar la historia, elaborar o destruir los prestigios políticos o intelectuales o morales, disminuir la fe en el país y en sus hombres, entre muchas otras, son las variadas técnicas de la colonización para que la semicolonia no se independice y construya su economía en razón de sus verdaderas posibilidades que la llevan la liberación”. Desmantelar la desmalvinización para honrar a nuestros Héroes, para concretar la aún pendiente movilización popular de todos los 2 de abril, movilización que inunde la Plaza de Mayo de banderas panameñas y argentinas, rememorando por altoparlante las históricas palabras de Illueca. Desmantelar la desmalvinización, en fin, para consolidar la República de los 40 millones y para emancipar unificando nuestra Nación Latinoamericana.
    Por: Federico Bernal
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    Mensaje por GABY Lun Abr 02, 2012 11:39 am

    La resolución 2065, hito diplomático en la lucha por la soberanía

    El 16 de diciembre de 1965, la política exterior argentina alcanzaba uno de los mayores logros de su historia al obtener en la Asamblea General de Naciones Unidas la sanción de la Resolución 2065, a través de la cual la comunidad internacional reconocía oficialmente la disputa territorial por Malvinas.
    La misión argentina en la ONU, comandada por el embajador Lucio García del Solar, tenía una clara directiva del entonces presidente Arturo Illia, ungido por la otrora Unión Cívica Radical del Pueblo, quien había puesto como prioridad avanzar en la cuestión Malvinas.

    En Nueva York -sede de la ONU- también estuvieron involucrados en la obtención de la sanción el propio canciller Miguel Angel Zavala Ortiz, y los diplomáticos José María Ruda y Bonifacio del Carril.

    La Resolución 2065 fue votada en positivo por 94 países, con 14 abstenciones y ningún voto en contra. Incluso el Reino Unido se abstuvo, debido a que por aquel entonces la cuestión Malvinas era abordada por Londres de una forma muy distinta a la que sucedió a la guerra.

    “Argentina y Gran Bretaña iniciaron tres veces entre la posguerra y 1982 negociaciones bilaterales para avanzar en la devolución de las islas”, explicó a Télam el profesor de Política Exterior de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, Agustín Romero, quien además es secretario del Observatorio Parlamentario Cuestión Malvinas.

    Según Romero, “cuando se crea la ONU, Argentina va a discutir a ese marco, pero hubieron otros intentos antes, bilaterales. El más destacable es el previo a la muerte de (Juan Domingo) Perón, cuando Londres ofreció negociar la soberanía, con un condominio común y luego un proceso de devolución de 50 años, pero no se concretó por la muerte del entonces presidente”.

    Esos encuentros bilaterales con Londres “no eran negociaciones públicas, sino cerradas y secretas, a través de los embajadores de los países”, señaló Romero.

    “En la 2065, se obtiene reconocimiento a los grandes principios que Argentina sostiene en el diferendo hasta hoy: que hay una disputa de soberanía territorial, que esa disputa es bilateral entre nuestro país y Gran Bretaña -lo que excluye a los isleños-, y el llamado de la ONU al diálogo para solucionar el primer punto”, agregó.

    Por su parte, el presidente de la Convención Radical, Hipólito Solari Yrigoyen, recordó que aquella votación en la ONU “fue un gran éxito porque la ocupación ilegítima contra la cual se venía reclamando desde 1833 dejó de ser un problema bilateral, para tener reconocimiento universal. La ONU no reconoció a las islas como territorio británico, sino que lo definió como en litigio”.

    “El gobierno de Illia puso en el primer lugar de prioridades a Malvinas. La ONU había dispuesto el comité de descolonización y ahí Argentina aprovechó y le dio gran impulso al tema. Illia tenía particular interés por la política internacional, y contó con Zavala Ortiz como canciller, que era un experto en Malvinas”, relató.

    Solari Yrigoyen -autor de varios libros sobre el tema, entre ellos Malvinas: lo que no cuentan los ingleses: 1833-1982- fue nombrado por Illia como secretario general del Instituto Nacional Islas Malvinas y Adyacencias.

    “Dependía de la Cancillería y fue el primero en su tipo, con figuras de todas las ideologías, que buscaba ocuparse con sentido académico para respaldar la postura argentina. Luego vino la dictadura de (Juan Carlos) Onganía y lo disolvió”, añadió.

    El ex senador rememoró los contactos bilaterales tras la resolución 2065: “Zavala Ortiz se reunió con (el canciller británico del Laborismo) Michael Stewart en Buenos Aires a principios de 1966 y comenzaron las conversaciones de soberanía y se iba a informar a la ONU, "aunque con el golpe quedó todo trunco”.

    El Comité de Descolonización, sucesivamente, trajo a colación la 2065, renovando su pedido cada vez que se trató la cuestión Malvinas.

    “Hasta los `80 se planteaba el tema en la Asamblea General, pero la estrategia del ex presidente Carlos Menem de volver a Malvinas un tema bilateral soslayando a la ONU, hizo que esa costumbre se cambiara”, afirmó Romero.

    El conflicto que comenzó el 2 de abril de 1982, del cual se cumplen 30 años, transformó la diplomacia para siempre.

    “La guerra cambió el mapa. A partir de allí Londres dijo que no había nada que negociar, porque las islas se ganaron en una guerra. Ese es su argumento”, concluyó.
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