Los riesgos de un dólar libre
Las restricciones vigentes sobre la compra de dólares han reavivado antiguos miedos y enturbiado el humor social de la clase media.
Los temores, a pesar de ser comprensibles dada la historia económica argentina, parecen ser infundados si tomamos en cuenta los datos concretos.
Tras décadas de un modelo financiero neoliberal finalmente el Estado intervino frente a las presiones desestabilizadoras del mercado.
Es necesario recordar que si existieron hiperinflaciones, corralitos, devaluaciones abruptas, recesiones y crisis financieras de todo tipo, estas se debieron mayormente a crisis de balanza de pagos (escasez de dólares), fuertemente exacerbadas por la desregulación del mercado.
Pensar que estamos viviendo una crisis simplemente porque no podemos comprar dólares para atesorar es un error.
Contrariamente, al evitar la compra compulsiva de dólares podemos eludir la tan temida crisis.
En otras palabras: hoy es posible comprar dólares para atesorar a través de bonos del gobierno a $ 5,78, mientras que todas las exportaciones, importaciones y gran parte del turismo cotiza al dólar oficial.
Liberar las compras implicaría un dólar, como mínimo, a 5,78 para todo tipo de bienes y operaciones.
Esto desataría fuertes presiones inflacionarias y la consecuente caída de salarios, ¿sería este último escenario un buen negocio para la clase media?
En general solemos ver los fenómenos económicos desde una visión estática e individualista.
Nuestros actos particulares nos parecen ajenos a todo mecanismo social, sin consecuencias sobre el todo que formamos junto a los demás.
Nadie considera a la velocidad máxima establecida en una avenida como un atropello a su libertad de circulación, ya que todos entienden que dicha restricción persigue el bien común.
Los argentinos nos quitaremos una pesada carga de encima cuando comprendamos que lo mismo sucede con el mercado cambiario.
Por: Estanislao Malic
http://tiempo.infonews.com
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Las divisas al servicio del desarrollo nacional
Entre 2006 y 2011, la compra de divisas con fines de atesoramiento alcanzó un volumen cercano a U$S 50 mil millones, equivalente al total de las reservas acumuladas por el Banco Central o al 15% del total exportado en igual período.
Entre agosto y octubre de 2011, se fugaron U$S 5700 millones, en el marco de una fuerte presión devaluatoria, en pleno período prelectoral.
Los efectos negativos de la compra de dólares son aún más significativos que el impresionante monto fugado, ya que esos dólares no se utilizan para pagar insumos importados necesarios para sustentar el círculo virtuoso de desarrollo con inclusión, ni para pagar deuda, en línea con la política de desendeudamiento implementada desde 2003.
Por el contrario, o van a financiar las economías de los países en cuyas entidades financieras se depositan (en el caso de constituir depósitos en el exterior) o van a parar "abajo del colchón"; siempre debilitando la economía que, a través de sus exportaciones, producto del trabajo de todos los argentinos, ha posibilitado su generación.
Además, conlleva, de no controlarse a través de medidas como la limitación a la compra de divisas para atesoramiento, el riesgo de erosionar una de las fortalezas del modelo económico vigente, como es la acumulación de reservas, que garantiza el sostenimiento de la política cambiaria sin tener que recurrir al endeudamiento externo.
En el actual contexto, donde tanto se debate sobre la conveniencia de los controles a la compra de divisas, se vuelve necesario tener presentes no sólo los antecedentes que precedieron a la decisión política de su implementación, sino además las consecuencias lesivas para el desarrollo económico nacional y la soberanía política del país, que acarrea esta preferencia por el dólar como reserva de valor por parte de un sector de la población con capacidad de ahorro, de no mediar la intervención del Estado.
También hay que tener en cuenta que la dolarización del ahorro tiene una larga raigambre cultural en nuestro país y, por lo tanto, constituye una pauta de conducta que no es modificable en el corto plazo, de modo que requerirá una intervención sostenida que deberá complementarse, entre otras cosas, con la generación de alternativas atractivas de ahorro en pesos que resulten beneficiosas para el país, como las opciones financieras que se encuentran desarrollando actualmente la Comisión de Valores y que permitirían canalizar el ahorro nacional hacia la producción.
Por: Fernanda Vallejos
http://tiempo.infonews.com
Las restricciones vigentes sobre la compra de dólares han reavivado antiguos miedos y enturbiado el humor social de la clase media.
Los temores, a pesar de ser comprensibles dada la historia económica argentina, parecen ser infundados si tomamos en cuenta los datos concretos.
Tras décadas de un modelo financiero neoliberal finalmente el Estado intervino frente a las presiones desestabilizadoras del mercado.
Es necesario recordar que si existieron hiperinflaciones, corralitos, devaluaciones abruptas, recesiones y crisis financieras de todo tipo, estas se debieron mayormente a crisis de balanza de pagos (escasez de dólares), fuertemente exacerbadas por la desregulación del mercado.
Pensar que estamos viviendo una crisis simplemente porque no podemos comprar dólares para atesorar es un error.
Contrariamente, al evitar la compra compulsiva de dólares podemos eludir la tan temida crisis.
En otras palabras: hoy es posible comprar dólares para atesorar a través de bonos del gobierno a $ 5,78, mientras que todas las exportaciones, importaciones y gran parte del turismo cotiza al dólar oficial.
Liberar las compras implicaría un dólar, como mínimo, a 5,78 para todo tipo de bienes y operaciones.
Esto desataría fuertes presiones inflacionarias y la consecuente caída de salarios, ¿sería este último escenario un buen negocio para la clase media?
En general solemos ver los fenómenos económicos desde una visión estática e individualista.
Nuestros actos particulares nos parecen ajenos a todo mecanismo social, sin consecuencias sobre el todo que formamos junto a los demás.
Nadie considera a la velocidad máxima establecida en una avenida como un atropello a su libertad de circulación, ya que todos entienden que dicha restricción persigue el bien común.
Los argentinos nos quitaremos una pesada carga de encima cuando comprendamos que lo mismo sucede con el mercado cambiario.
Por: Estanislao Malic
http://tiempo.infonews.com
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Las divisas al servicio del desarrollo nacional
Entre 2006 y 2011, la compra de divisas con fines de atesoramiento alcanzó un volumen cercano a U$S 50 mil millones, equivalente al total de las reservas acumuladas por el Banco Central o al 15% del total exportado en igual período.
Entre agosto y octubre de 2011, se fugaron U$S 5700 millones, en el marco de una fuerte presión devaluatoria, en pleno período prelectoral.
Los efectos negativos de la compra de dólares son aún más significativos que el impresionante monto fugado, ya que esos dólares no se utilizan para pagar insumos importados necesarios para sustentar el círculo virtuoso de desarrollo con inclusión, ni para pagar deuda, en línea con la política de desendeudamiento implementada desde 2003.
Por el contrario, o van a financiar las economías de los países en cuyas entidades financieras se depositan (en el caso de constituir depósitos en el exterior) o van a parar "abajo del colchón"; siempre debilitando la economía que, a través de sus exportaciones, producto del trabajo de todos los argentinos, ha posibilitado su generación.
Además, conlleva, de no controlarse a través de medidas como la limitación a la compra de divisas para atesoramiento, el riesgo de erosionar una de las fortalezas del modelo económico vigente, como es la acumulación de reservas, que garantiza el sostenimiento de la política cambiaria sin tener que recurrir al endeudamiento externo.
En el actual contexto, donde tanto se debate sobre la conveniencia de los controles a la compra de divisas, se vuelve necesario tener presentes no sólo los antecedentes que precedieron a la decisión política de su implementación, sino además las consecuencias lesivas para el desarrollo económico nacional y la soberanía política del país, que acarrea esta preferencia por el dólar como reserva de valor por parte de un sector de la población con capacidad de ahorro, de no mediar la intervención del Estado.
También hay que tener en cuenta que la dolarización del ahorro tiene una larga raigambre cultural en nuestro país y, por lo tanto, constituye una pauta de conducta que no es modificable en el corto plazo, de modo que requerirá una intervención sostenida que deberá complementarse, entre otras cosas, con la generación de alternativas atractivas de ahorro en pesos que resulten beneficiosas para el país, como las opciones financieras que se encuentran desarrollando actualmente la Comisión de Valores y que permitirían canalizar el ahorro nacional hacia la producción.
Por: Fernanda Vallejos
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